Breaking the Silence

La mujer en la moneda de 25 centavos y otras voces del genocidio

Foto: Concepción Ramírez, la mujer en la moneda de 25 centavos.
Por Natali Kepes Cárdenas – Fundadora y Directora, REACH

En la moneda de 25 centavos está la cara de Concepción Ramírez, del pueblo Maya Tz’utujil de Santiago Atitlán. Le pagaron dos quetzales para convertirse en la “indígena simbólica” de Guatemala, la única persona indígena en la moneda de un país en donde más del 40 por ciento es indígena.

Asesinaron a su padre y esposo durante el conflicto armado, en el cual murieron 200,000 personas, hubo más de un millón de desplazados, e incontables testigos que fueron violados, torturados, que enviudaron, quedaron en la orfandad, traumatizados y despojados de su tierra y posesiones.

El pueblo de Ramírez sufrió una de las últimas masacres del conflicto. Aquí está su testimonio, traducido del Maya Tz’utujil. Es parte de una campaña de REACH (Investigación-Educación-Acción-Cambio, por sus siglas en inglés) de recolectar testimonios de sobrevivientes del genocidio de Guatemala para comprender mejor las consecuencias que aún perduran y las opiniones de los sobrevivientes sobre qué tipo de apoyo necesitan ahora para superarlas. Esta campaña y sus hallazgos se discuten abajo.

Fragmento de entrevista – Concepción Mendoza Ramírez

Yo soy la hija mayor, mi papá era pastor, una gran persona. Cuando yo tenía 17 años, mi papá estaba haciendo una conexión de agua potable cuando él se enteró de que unas personas buscaban el perfil de una persona para posar para una ficha de 25 centavos y me vino a decir que me fuera con él. Ese día varias llegamos pero yo fui la electa por el presidente que estuvo electo en 1963-1966, Miguel Ydígoras Fuentes. 

En ese entonces había tranquilidad. Teníamos luz y electricidad en el pueblo. Luz humana y electricidad. Cuando vinieron los militares, todos se encerraban en sus casas. Ellos torturaban gente por dinero, torturaban a la gente. La primer víctima fue mi papá, quien era pastor. Él fue torturado en Chacayá. Ellos lo tomaron como rehén y le dispararon. Ellos dijeron que él era jefe de la guerrilla. Su cuerpo lo encontraron en Agua Escondida.

Ellos mataron a mi esposo, Miguel Ángel Mendoza. Ellos lo torturaron junto con otras dos personas, Juan Pablo y Gregorio. El día que mataron a mi esposo, yo estaba torteando cuando me vinieron a avisar. Yo bajé corriendo a ver qué había pasado. Cuando vi su cuerpo, yo no podía ver su cara, porque estaba todo torturado. Solo recuerdo que me desmayé. Él era un hombre trabajador, comerciante. Según lo que la gente decía, a él lo asesinaron porque cuando venía en el bus, lo bajaron del bus y él comenzó a gritar que por qué lo hacían y que él solo estaba tratando de ir a trabajar.

Los soldados regresaron a amenazarnos y a decirnos que no lloráramos y que no dijéramos nada más porque si no, nos iba a pasar lo mismo a nosotros. Ellos no me dejaron llorar a mi esposo. Tuve que tragarme mis lágrimas y mi dolor. Yo no sabía qué hacer. No tenía dinero. Había mucha pobreza. Yo no tenía estudio y fui de casa en casa pidiendo trabajitos. Yo no pude darle estudio a mis hijos, que fue una desgracia en la familia. Hubo muchas repercusiones.

Nos avisaron que si escuchábamos las campanas sonar, era que algo malo había pasado y es por eso que muchos acudieron al llamado cuando las campanas sonaron la noche de la masacre. Otros como yo, nos encerramos. Al siguiente día supimos lo que había ocurrido. Esa mañana fue muy dura. Fue como que fuera el fin del mundo. No había nada que nos pudiera consolar. No se miraba el sol. Fue un día de luto. El pueblo entero se levantó después de esa noche. Todos firmamos un documento pidiendo que sacaran a los militares. Dimos fotos de las personas asesinadas, secuestradas y desaparecidas. Cuando nos enteramos que los soldados se habían ido, sentíamos una gran calma, pero al final tengo todavía temor.


El Parque de la Paz, en el sitio de la masacre en Santiago Atitlán. Foto cortesía de REACH.

Como seres humanos, nos agobiamos fácilmente con las enormes cifras del conflicto; los estudios muestran que perdemos empatía cuando nos ponemos a pensar en los cientos de miles de víctimas, más que en las narrativas personales.

Las voces de los sobrevivientes se pierden facilmente cuando los académicos y periodistas intentan narrar, a grandes rasgos, la brutalidad y las consecuencias de las atrocidades. (También son minimizadas e ignoradas por aquellos que aún niegan que el genocidio haya ocurrido, pero esa es historia para otro día.) Además, los proyectos de desarrollo a veces buscan apoyar a los sobrevivientes sin tomar en cuenta las propias ideas del sobreviviente, acerca del tipo de apoyo que necesita.

Es por eso que REACH reunió el testimonio de 125 sobrevivientes del genocidio guatemalteco para entender mejor su sufrimiento y perseverancia, las consecuencias prevalecientes del conflicto armado y qué tipo de ayuda piensan los sobrevivientes que les ayudaría a ellos y a sus comunidades para sobreponerse a estas consecuencias.

Después de los Acuerdos de Paz de 1996, la Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH), apoyada por Naciones Unidas, encontró que mientras grupos de la guerrilla fueron responsables de numerosos secuestros y asesinatos, el ejército y los grupos paramilitares apoyados por el gobierno y Estados Unidos (incluidas las Patrullas de Autodefensa Civil, o PACs) fueron responsables de la gran mayoría de los 200,000 asesinatos, así como también de 626 masacres.

Se encontró que 83 por ciento de las víctimas eran indígenas mayas. La CEH manifestó que «la violencia fue fundamentalmente dirigida por el Estado en contra de los excluidos, empobrecidos y sobre todo, la población maya, así como en contra de aquellos que lucharon por justicia y mayor igualdad social.»

Las mujeres fueron especialmente vulnerables y la CEH encontró que, sistemáticamente, ellas fueron el blanco de violación, tortura, asesinato o mutilación por parte de soldados o paramilitares.

A decenas de miles de niños los dejaron sin sus padres, y a decenas de miles de mujeres las dejaron sin esposos. Más de un millón de guatemaltecos fueron desplazados, migrando internamente y al extranjero, especialmente a México, los EE.UU. y Canadá. Aquellos que permanecieron en las áreas rurales fueron muchas veces forzados a unirse a las PACs locales, las cuales fueron diseñadas por los militares para debilitar las estructuras comunitarias tradicionales y destruir el tejido social de las comunidades indígenas.

Mural en el Parque de la Paz en Santiago Atitlán. Foto cortesía de REACH.

Después del conflicto armado, este fenómeno siguió creando distanciamiento en las comunidades, ya que las víctimas fueron forzadas a vivir con los perpetradores del genocidio. Mientras tanto, la falta de procedimientos legales en contra de agresores de derechos humanos ha perpetuado una cultura de violencia e impunidad. La desconfianza resultante hacia las autoridades estatales y al estado de derecho prevalece hoy en día, evidente en las expulsiones de policías y linchamientos de presuntos criminales.

REACH analizó una base de datos sobre masacres de la Recuperación de la Memoria Histórica (REMHI) para seleccionar para un estudio a tres comunidades mayormente indígenas que experimentaron altos niveles de violencia bajo distintas circunstancias: El Limonar, Jacaltenango, Huehuetenango; Santiago Atitlán, Sololá; y Joyabaj, El Quiché. Además de la investigación y entrevistas biográficas detalladas con 125 sobrevivientes del conflicto armado, REACH diseñó una encuesta para recolectar información cualitativa y cuantitativa sobre abusos de derechos humanos y sus efectos prevalecientes, así como de los tipos de apoyo que los sobrevivientes desean más.

La investigación encontró que el conflicto interno creó muchas consecuencias que perduran en las comunidades indígenas, incluidas la pobreza y el subdesarrollo causados por la interrupción de su escolaridad y la destrucción de infraestructura; las consecuencias emocionales y económicas causadas por la pérdida de seres queridos; los efectos sociales y económicos debidos al desplazamiento forzado y expropiación de tierras; y los efectos psicológicos y físicos duraderos de violación, secuestro, tortura, ataques físicos, amenazas y haber presenciado actos de violencia.

REACH exhorta a las organizaciones a que basen sus proyectos en las necesidades de las comunidades, expresadas por sus miembros, y exhorta a las personas a que aprendan sobre su historia a través de las voces de quienes la han vivido.

El día de hoy, Santiago Atitlán, Sololá, hogar de Concepción Ramírez, es una gran atracción turística a la orilla de uno de los lagos más hermosos del mundo. Pero en 1990 fue escenario de una de las últimas masacres del conflicto armado. 14 personas desarmadas, incluyendo niños, fueron asesinadas por soldados que les dispararon durante una demostración pacífica en las afueras de una base militar. A pesar de que la comunidad por mucho tiempo ha estado plagada de violencia e intentos por dividir a su población, sus habitantes han mantenido su unión valientemente después de la masacre, y con éxito han presionado para lograr la remoción del ejército y la policía.

De las 50 personas entrevistadas en Santiago Atitlán, 66 por ciento fueron mujeres y 34 por ciento fueron hombres. 71 por ciento reportó que un miembro de su familia había sido asesinado durante el conflicto armado, 58 por ciento fue amenazado, 33 por ciento fue testigo de una masacre, 31 por ciento sufrió desplazamiento forzoso, 24 por ciento fue atacado violentamente, 11 por ciento fue secuestrado, a otro 11 por ciento le fueron robadas sus tierras o posesiones, y siete por ciento fueron torturados.

82 por ciento reportó que aún sufría por la pérdida de un ser querido asesinado durante el conflicto armado, 80 por ciento continúa sufriendo de trauma emocional, 76 por ciento se siente con miedo, 37 por ciento continúa sintiendo los efectos de la pérdida de tierras u otras pertenencias, 11 por ciento experimentó desintegración comunitaria, otro 11 por ciento continúa sufriendo problemas de salud o discapacidad derivados del conflicto, y siete por ciento aún siente las consecuencias de haber interrumpido sus estudios durante el conflicto.

Solo el 12 por ciento ha recibido compensación económica.  Seis por ciento ha recibido servicios educativos y dos por ciento ha recibido servicios psicológicos.

Los tipos de apoyo particular que los entrevistados manifestaron sería la mejor para ayudarles a sobreponerse de los efectos perdurables del conflicto son: compensaciones económicas (47 por ciento), servicios médicos (44 por ciento), terapia psicológica (42 por ciento), educación (38 por ciento), tierras o viviendas (22 por ciento), reconciliación comunitaria (11 por ciento), justicia legal (nueve por ciento), y la devolución de tierra que les fue robada durante el conflicto (siete por ciento).

Los tipos de proyectos comunitarios que los encuestados dijeron que les ayudaría más incluyen:  ayuda para la creación y/o crecimiento de empresas de artesanías y la exportación de sus productos (35 por ciento), vivienda (16 por ciento), educación (14 por ciento), ayuda económica directa para personas necesitadas (12 por ciento), servicios psicológicos (diez por ciento), servicios médicos y ayuda técnica en agricultura (ocho por ciento, ambos), préstamos para empresas pequeñas (seis por ciento), y programas para el adulto mayor (cuatro por ciento).

REACH encontró resultados similares en El Limonar, Jacaltenango, Huehuetenango, una pequeña comunidad cerca de la frontera mexicana, que ha experimentado una alta tasa de violencia, desplazamiento y migración hacia México. Hubo distanciamiento en la comunidad, tanto entre las personas que se unió a las PACs y los victimizados por ellos, como también entre los habitantes que se quedaron en El Limonar y aquellos que se fueron huyendo hacia México.

42 por ciento de los 50 entrevistados en El Limonar fueron mujeres, 58 por ciento fueron hombres. 54 por ciento reportó que había perdido familiares debido a la violencia durante el conflicto armado, 39 por ciento sufrió desplazamiento forzado, 36 por ciento fue violentamente atacado, 32 por ciento fue amenazado, 32 por ciento fue testigo de una masacre, 14 por ciento fue torturado, a 14 por ciento le fue robada su tierra y/o sus posesiones, y cuatro por ciento fue secuestrado.

Con respecto a los efectos perdurables del genocidio, 57 por ciento reportó que aún vive con miedo, 46 por ciento reportó que el conflicto les previno de continuar sus estudios, 37 por ciento reportó que aún sufren por la pérdida de seres queridos, 34 por ciento reportó efectos de trauma emocional, 29 por ciento reportó consecuencias perdurables por la pérdida de tierras u otras pertenencias, 26 reportó desintegración persistente de la comunidad, y nueve por ciento reportó que sufren de alguna enfermedad o discapacidad como resultado de la guerra.

Solo el 12 por ciento de los entrevistados en El Limonar reportaron que han recibido alguna forma de compensación económica. Seis por ciento ha recibido ayuda educacional, y cuatro por ciento ha recibido tierras o vivienda. Cuando se les preguntó sobre los tipos de ayuda que les gustaría recibir para ayudarles a sobreponerse a las devastadoras consecuencias del conflicto armado, 58 por ciento indicó compensación económica, 36 por ciento indicó terapia psicológica, 32 por ciento indicó justicia legal, 26 por ciento indicó servicios médicos, 23 por ciento indicó tierras o vivienda, y otro 23 por ciento indicó ayuda en educación.

Los tipos de proyectos que los habitantes sintieron que le ayudarían más a la comunidad incluyeron: proyectos de agua potable (56 por ciento), proyectos de alcantarillado (21 por ciento), servicios médicos y ayuda técnica con proyectos agrícolas (ambos en un 12 por ciento), apoyo al gobierno municipal (cinco por ciento), y educación, vivienda, infraestructura, y terapia psicológica (todos en un dos por ciento).

Este tipo de investigación es necesario tanto para entender el pasado, como para trabajar conjuntamente por un mejor futuro. REACH exhorta a las organizaciones a que basen sus proyectos en las necesidades de las comunidades, expresadas por sus miembros, y exhorta a las personas a que aprendan sobre su historia a través de las voces de quienes la han vivido.

Traducido al español por Luz Santiago, traductora y nutricionista.

Acerca de REACH: Cuenta con oficinas en Guatemala y los Estados Unidos, REACH trabaja a lo largo de las Américas en el avance del respeto por los derechos humanos y laborales. REACH ha llevado a cabo investigaciones sobre violaciones a los derechos humanos y laborales en el sector agrícola de los EE.UU., cosecha del café en México y Guatemala, plantaciones de aceite de palma en Ecuador y Guatemala, minería ilegal en Colombia y Perú, y el sector de los mariscos en Ecuador. REACH también lleva a cabo investigaciones anuales sobre violaciones y leyes laborales en Brasil, Chile, Colombia, México y Perú. REACH actualmente está realizando un proyecto de 30 meses para mejorar las condiciones de reclutamiento y de trabajo en el sector del café en Guatemala, en colaboración con Verité, organización sobre derechos laborales internacionales basada en EE.UU., y financiada por Keurig Green Mountain y la Agencia para la Democracia, Derechos Humanos y Trabajo del Departamento de Estado de los EE.UU. Las actividades llevadas a cabo por REACH para este proyecto incluye cientos de entrevistas detalladas con los trabajadores para construir el entendimiento de asuntos laborales y necesidades de los trabajadores; capacitaciones a cientos de trabajadores, funcionarios públicos, representantes de ONG y productores y comerciantes de café para desarrollar la capacidad de prevenir prácticas de explotación laboral; y la implementación del sistema de Presentación de Quejas y Diseminación de Información (GRID, por sus siglas en inglés) que da a los trabajadores un canal para reportar abusos laborales y obtener información acerca de sus derechos, así como referencias a proveedores de servicios si se les están violando sus derechos. 

Para más información sobre este y otros proyectos, por favor contáctenos a info@reachamericas.org, y/o visite nuestra página en internet www.reachtheamericas.org.