La Música en Tiempos de Muros

Por Lucía Muñoz Argueta

Dicen por ahí que Gabriel García Márquez anteponía el oído a la lectura para luego crear y escribir. Según Hernán Díaz (2017), “no es de extrañar que Cien años de soledad pueda ser considerado como un vallenato de 450 páginas, El otoño del patriarca un concierto para piano de Béla Bartók y El amor en los tiempos del cólera un bolero sobre amores contrariados” Así, el desafío de nuestra generación es anteponer el corazón a los muros para crear y transformar, y es aquí donde la música tiene poder de libertad y solidaridad.

En el siglo IX el filosofo Bagdad Abu Suliman al-Darani (Citado en Ascenio, 2011) para los sufíes islámicos: “La música y el canto son medios de evocar lo que verdaderamente está en el corazón de cada uno; bajo su influencia el corazón revela todo su contenido”. ¿Podrá el corazón entonces ganarle a cualquier política o relación social inspirada en el divide et impera?

Muros, existen muchos y no hay que cruzar fronteras para verlos, pues basta observar alrededor para darse cuenta del gran muro que existe entre la pobreza y la riqueza, entre el amor y el odio. Respecto a éste último, tomemos como ejemplo las redes sociales en un contexto guatemalteco: comentarios xenófobos, homofóbicos, confrontativos, sentencias condenatorias entre personas comunes, y como leí alguna vez en algún lado “el odio se ha vuelto algo normal en los medios de interacción social”.

La música nos ayuda a exteriorizar nuestras emociones

En términos geográficos se sabe que la frontera es el límite, pero en el ciberespacio el límite no existe. ¿A dónde quiero llegar con todo esto? Sencillamente, evidenciar que nuestra generación es propensa a perder lo más valioso: el corazón. Escuchamos y leemos todo tipo de historias, atendemos a políticas hechas sin amor, trabajamos como máquinas sin poder ver al cielo y encontrar un minuto de paz. Algunos viven cansados, otros acomodados, quizá equilibrados, pero en todos los escenarios, lo que escuchamos definitivamente ministra nuestras mentes y sentimientos. Es aquí cuando la música puede proteger el corazón y derribar muros, pues una apropiada selección y/o creación le apuesta a la construcción de puentes de tolerancia, respeto, solidaridad y fraternidad.

Como escribió Susana Ascencio Llamas (2011): “No es lo mismo la política en la música que la música en la política” haciendo con ello una diferenciación histórica y extensa sobre el hecho de que la música puede ser un mecanismo de control, dominación y manipulación o bien de liberación. En ambos casos, la música, a nivel social, desarrolla todo tipo de emociones, y se convierte en una fuente inagotable impregnada de cultura e historia de los pueblos.

Así que ya lo saben, en tiempos de políticas y muros ¡pongamos buena música! Seamos positivos y pensemos que muchas personas van superar el odio, el racismo y discriminación, la confrontación y los prejuicios por medio de la sensibilización al sonido, a la lírica artística y no sexista, pero también por medio de su creación. ¿Escuelas sin educación musical en Guatemala? Un pueblo sin música limitará su corazón, sus ideas y desarrollo. Frente a esto, hagamos política en la música en son de protesta.