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Un Megacolector y la Imposición del Discurso del Desarrollo

Salvador Ravinal Catú

“Resistencia ha de ser nuestro lema para todos nosotros los pueblos originarios Centroamericanos”.

La historia colonial ha dado grandes y devastadores testimonios sobre las realidades de Centroamérica, entre los que se menciona la lucha y la resistencia de los pueblos en países con modelos imperialistas. Los Pueblos Indígenas han sido sangrentados, por ser guardianes de la naturaleza, por defender sus tierras y buscar su desarrollo y felicidad de acuerdo a su cosmovisión. En Guatemala, la Constitución Política de la República desconoció a los Pueblos Mayas hasta1996, fomentando aún más la marginación de los mismos. La oligarquía guatemalteca ha intentado –a través de diferentes medios- oprimir y destruir a los Pueblos Mayas, imponiendo por medio de políticas estatales una ideología occidental, dejando al margen la oportunidad para que éstos se desarrollen desde sus propias particularidades y diferencias. A pesar de ello, la construcción de un tejido social comunitario ha sido nuestro mecanismo de supervivencia como Mayas Indígenas, durante muchos siglos.

Para los Pueblos Mayas, así como para otros pueblos originarios, hay muchos elementos importantes para construir este tejido, como lo es la autodeterminación, la identidad y la resistencia, los cuales, a su vez, son principios fundamentales para generar nuestro desarrollo. Sin embargo, hay que cuestionar ¿qué es lo que imagina la colectividad en Guatemala sobre el desarrollo y qué es el desarrollo para los pueblos originarios? Recordar a nuestros antepasados, hace que relacionemos este concepto con avances en la medicina, la matemática, la astronomía y la arquitectura. No obstante, el modelo capitalista actual ha vendido la idea a países como el nuestro, que un pueblo desarrollado es solamente un pueblo económicamente desarrollado, destruyendo el medio ambiente, despojando a los pueblos de sus recursos y apropiándose del territorio.

La oligarquía actual rechaza absolutamente la cultura maya y su cosmovisión. Demtrio Cojtí, menciona en el libro Activismo Cultural Maya que: “Para fundamentar el asimilismo, el colonialista mestizo mantiene y cultiva proyectos de sociedad y postulados como el hecho de que el desarrollo y la modernización de los guatemaltecos exigen como prerrequisito, la muerte de la cultura Indígena, ya que ésta es la causante del actual sub desarrollo de los Indígenas y del atraso del país”. Además, cataloga al Indígena como incapaz e ignorante, omitiendo el derecho a la diferencia y al buen vivir de los pueblos mediante la conservación de la sagrada madre tierra, y de recursos tan vitales, como el agua.  Él agua, fuente de sobrevivencia para todos los seres vivos, por el cual, a través del tiempo, numerosos líderes de varios Pueblos Indígenas han derramado su sangre para defenderlo, con el fin de que éste no se derrame en forma de mercancía.

La lucha desde nuestra cosmovisión como Pueblos Mayas, nos ha llevado a proteger el agua por considerarle no solo fuente de vida, sino un ser viviente, sujeto de derechos, lo cual está ligado a nuestra espiritualidad. Lamentablemente, el derecho a protegerlo y defender nuestras prácticas e ideas sobre el agua, está siendo privado por el gobierno a través de políticas y leyes que responden a la élite económica, utilizando este recurso para compañías mineras, desviando ríos para hidroeléctricas y en otras ocasiones, promoviendo proyectos “amigables” que, bajo un trasfondo, planean privatizar y apropiarse del agua, lo cual es un tema sumamente preocupante para las comunidades.

En el área del altiplano del departamento de Sololá, existen y están reconocidos 3 Pueblos Mayas:  el Kiche’, el Kaqchikel y el Tz’utujil, los cuales rodean el sagrado lago de Atitlán, uno de los más bellos del mundo y uno de los más atentados y codiciados por empresas nacionales, multinacionales y transnacionales. Esto ha generado un gran conflicto entre estos pueblos y dichas empresas, quienes están acabando con los recursos en la parte sur del país y que están buscando estrategias y negociando con el gobierno por medio de la Autoridad para el Manejo Sustentable de la Cuenca del Lago Atitlán y su entorno (AMSCLAE). ¿Su proyecto? Introducir una tubería a una profundidad de 40 metros que rodee el lago para recoger las aguas contaminadas, para luego transportarlas a la parte sur y comercializarlas.

Después de muchos estudios con ambientalistas nacionales e internacionales, los pueblos originarios de este territorio hemos concluido que este proyecto tiene como objetivo la privatización de los servicios de agua y saneamiento. El proyecto podría gestionar y reservar el agua para su uso en hidroeléctricas, riego de agroindustria, monocultivos como; caña de azúcar, banano, plantación de hule, y palma aceitera, con lo cual ellos se aprovecharían de este recurso bajo el imperio de la ley. Las comunidades alrededor del lago están conscientes sobre el problema de la contaminación del lago, pero saben que el Megacolector no es la única ni la mejor decisión, ya que éste debe conservarse desde principios de la cosmovisión maya.

El Gobierno saliente de Guatemala aprobó el año pasado la ejecución del proyecto, para el cual se dispone solicitar un préstamo en las instituciones internacionales como el Banco Mundial (BM), Fondo Monetario internacional (FMI), y el Banco Centroamericano de integración económica (BCIE). El préstamo no constituye un problema, pues el proyecto es rentable para el Gobierno y quienes están detrás del mismo. Sin embargo, éste viola el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que reconoce la autodeterminación de los Pueblos Indígenas y tribales independientes a la consulta para su propio desarrollo económico, social y cultural. El préstamo queda ahora en manos del Congreso; no obstante, algunos pueblos ya se han organizado para oponerse a ello, como San Pedro, Santiago Atitlán, San Juan, Cerro de Oro y San Lucas Tolimán. Apoyados por medio de organizaciones sociales y autoridades Indígenas, se han informado sobre las consecuencias del Megacolector, exigiendo al Estado que respete no sólo el Convenio 169 de la OIT sino otros tratados internacionales.

Considero que es de suma urgencia que el Estado de Guatemala respete las leyes que nos avalan como Pueblos, y que otorgue protección y libertad para que nuestros líderes Indígenas participen de manera seria tanto en las discusiones sobre el destino del lago de Atitlán, como en la elaboración de planes departamentales, regionales y nacionales de desarrollo, priorizando los derechos colectivos de los Pueblos, el territorio y el medio ambiente. El término “desarrollo” está en crisis; pues su concepto actual se limita a beneficiar a ciertos grupos con poder, pero nosotros exigimos que el desarrollo prevalezca en nuestras comunidades bajo el principio de la legitimidad de los pueblos. Ya no queremos más políticas de Estado con intereses particulares, queremos que se garantice el derecho a nuestro buen vivir.

Así mismo, creo firmemente en que es fundamental que el Estado tome en cuenta la cosmovisión, formas de vida, y cultura de nuestros Pueblos, sobre todo en temas tan importantes como las decisiones sobre el medio ambiente. Necesitamos ser informados detalladamente y con antelación sobre las consecuencias de las acciones y decisiones que se planean implementar; es decir, bajo el principio del Consentimiento Libre, Previo e Informado. Unámonos pues para esta causa, la defensa de nuestro propio desarrollo, y para que la elite económica no siga con negocios para su beneficio que causan conflicto en nuestros pueblos. Yo insto a los habitantes ser conscientes y unir voluntades para construir un pacto por el agua, para conservarlo, respetarlo y mantenerlo para el derecho colectivo.

Salvador Ravinal Catú vive en la Aldea Cerro de Oro, Santiago Atitlán en el departamento de Sololá, Guatemala y pertenece al Pueblo Maya Tz’utujil. Actualmente está estudiando la Licenciatura en Ciencia Política y Relaciones Internacionales en la universidad Rafael Landívar.