La dualidad del espejo, y la fragmentada identidad que me han impuesto…

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Karla Suanni González

Soy mujer, humana o  adorno social. Acaso nos crearon para ser muñecas, servidoras,  porque así ha funcionado. Nos han humillado haciéndonos ser los accesorios de una sociedad que no le importa el deseo real de las mujeres.

Como encontraremos  el camino a casa, con tanta limitación. Poseemos una distancia entre el alma y la sociedad, una distancia entre ideales personales y roles.

¿Quiénes  somos?

La polarización y fragmentación de las partes en las que actuamos, armonizan o nos destruyen.

¿Qué se requiere de sí misma para continuar? Solo ser reconocida por sí misma. O Todo dependerá de cómo nos veamos a nosotras mismas, o encontremos la satisfacción personal.

Somos criaturas jugando un mismo rol, con este género e identidad asignados por el sistema patriarcal. Somos las devotas de todos, pero no de sí mismas. Sin  poder negar  que así ha sido durante la historia. Servidoras de todo tipo, nos recluimos en roles, nos depositamos a la confianza del bienestar familia. La sociedad nos ha enredado, siendo cada día más polifacéticas.

Hemos demostrado  las potenciales que poseemos las mujeres, el desarrollo es inacabable, pero no ha sido suficiente.

Donde quedo la mujer libre, la mujer salvaje ,que opina ,que vibra, que está satisfecha con lo que es, con lo que hace y como se ve.

No sigamos siendo una sociedad, donde es imposible pensar en desigualdad, porque no existe el espacio para el criterio de igualdad. La negación de la misma nos mantiene muy alejados de poder terminar con la desigualdad.

No como igualdad física,  poseemos particularidades  distintas y hermosas la valoración como mujeres que hemos perdido, permitiendo que otros digan cómo debemos ser y hasta donde podemos llegar, existen mil opciones para terminar con este ciclo.

 Mujeres y el mundo.

¿Vivimos en un mundo que odia a las mujeres? Ha sido así,  o el problema es que no ha cambiado. Nos incumbe  a todos, mujer  o no, estamos rodeados de mujeres.

Asesinatos, motivados por desprecio, odio, placer o sentido de propiedad, violaciones físicas, psicológicas,  a la que  cualquiera puede acceder fácilmente.

Existen dentro de estas palabras los gritos y ruidos de una sociedad   que día a día se ve  lastimada por esta realidad.

Aunque nuestras  sociedades están construida en los úteros, en los cuerpos al servicio, la satisfacción, entretenimiento o  la secuencia de vida.

Temas simples, como, el cómo vestirse, que decir,  actuar, caminar,  cosas que opinar o que  no, la  realidad donde todas hemos sido parte.

Una  sociedad donde ser mujer, hasta parece ser un atributo de inferioridad en una sociedad donde eso nos ha  dado o nos  ha quitado favores y accesos.

Una situación bastante enmarañada, siendo madres  y portadoras de la crianza familiar, ahora las llamadas genero débil, pasan jordanas enteras trabajando sin abandonar los hogares.

Sin embargo el odio que envuelve en estos momentos a la figura femenina con,  Violaciones, represiones, aprisionadas y estereotipadas, sublevadas  a una sociedad donde solo formamos parte  y  con  límites impuestos.

No se trata de que los llamados designados con el  género masculino sean los tiranos de esta historia, este juego social que  ha buscado la forma de justificar su secuencia que a menudo aplasta a las partes más débiles para su uso y comodidad.

Las maneras en que se ha dirigido, manipulado y maquillado en forma individual o colectiva dentro de la social.  Pareciera que una división sexual nos ha designado formas de vida específicas.

Pero la pregunta es ¿Haremos algo para modificar la historia o solo continuaremos?…

¿Cómo repararemos nuestra fragmentada historia, la de una mujer que ha decido ser y es?