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Qué preocupa a las juventudes

Qué preocupa a las juventudes

POR JUAN JOSÉ HURTADO PAZ Y PAZ

En actividades que hemos tenido con jóvenes organizados de distintos departamentos del país y especialmente con jóvenes indígenas de Huehuetenango, hemos tratado de identificar cuáles son los principales problemas que les afectan y sus prioridades. Al hacerlo, las y los jóvenes han dicho que el principal es la salud mental.

Esto nos llamó sobremanera la atención. Desde nuestra perspectiva adulta, habríamos señalado otros problemas. Entonces, ¿a qué se debe esa priorización? ¿Qué preocupa a las y los jóvenes? ¿Cuáles son las causas?

Lo primero que debemos aceptar es que, si ellos lo identifican así, es porque es un problema real. Tiene manifestaciones concretas como frustración, ansiedad, depresiones, adicciones y dependencias, e incluso suicidios. Vemos con preocupación el incremento de adicciones al alcohol, otras drogas y a la tecnología (juegos, redes sociales, etc.) que permiten evadir el mundo real.

En cuanto a los suicidios, según datos del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (INACIF) de enero a septiembre de 2021 se reportaron 388 posibles suicidios en el país, de los cuales el 20% correspondió a niños y adolescentes entre 10 y 17 años. El suicidio con frecuencia puede explicarse por rompimiento de relaciones afectivas, no aceptación de situaciones que viven, en el caso de mujeres adolescentes, debido a violaciones y embarazos no deseados, frustraciones de otro tipo, que les lleva a la desesperación.

Hay otros problemas vinculados a los problemas emocionales y psicológicos de las y los jóvenes, como baja autoestima, identidad débil, dificultad de relacionarse con pares.

La falta de salud mental también se expresa en agresividad y violencia. Es un hecho que la mayoría de víctimas de hechos violentos son jóvenes, pero también que las y los jóvenes son los principales protagonistas de hechos violentos.

Ilustración; Anllely Ríos

Vale decir, además, que las y los jóvenes tienen actualmente más acceso a información y desde muchas instituciones, principalmente desde organizaciones no gubernamentales, se les habla de la necesidad de cuidar la salud mental al igual que se debe cuidar la salud física. En el ambiente de jóvenes organizados se escuchan términos como autocuidado y se promueven prácticas de sanación, necesarias y útiles. En consecuencia, existe mayor consciencia sobre la importancia de la salud mental y los cuidados que se deben tener. Las y los jóvenes están más proclives a identificar afectaciones a esta salud.

Aunque causas y consecuencias se interrelacionan y lo que es consecuencia también es causa, desde nuestra perspectiva, las afectaciones a la salud mental son más consecuencia de otros problemas estructurales y que no se reducen a lo individual, aunque se manifiestan en las y los individuos.

Conocer la historia

Para comenzar, debemos ver la historia de despojo, violencias y dominación que parte desde la invasión en 1524 (para Guatemala) a la fecha, que llevó a estructurar una sociedad racista, clasista, machista y desigual. En consecuencia, vivimos en un país donde la juventud está atravesada en su mayoría por la pobreza, la discriminación y la falta de oportunidades. Por ejemplo, muchas y muchos jóvenes desisten de estudiar debido a que dicen que es pérdida de tiempo pues, aunque se gradúen de una carrera, eso no les asegura empleo.

Además, vivimos en una sociedad adultocentrista en la que las y los jóvenes son calificados de inmaduros, inexpertos e incluso irresponsables. No se promueve su participación, se menosprecian sus criterios y opiniones, y no se hace efectiva su capacidad de decisión.

Otros problemas que afectan son la desintegración familiar. Una de sus causas es la migración: los padres y, con frecuencia, también las madres, migran para proveer a sus hijos e hijas de aquello que necesitan. Las y los jóvenes y la niñez quedan a cargo de abuelos u otros parientes, quienes no les brindan igual atención. Asimismo, en medios urbanos con frecuencia el exceso de trabajo hace que las personas adultas dediquen poco tiempo a la atención de sus hijos.

 

Debemos de asumir cada quien la responsabilidad que nos corresponde. Con frecuencia los adultos decimos: “es que los jóvenes son apáticos, no se interesan, no participan”, sin asumir que las y los jóvenes actuales son producto de la sociedad que las generaciones anteriores hemos creado y les estamos heredando. Es decir, no es una responsabilidad exclusiva de las y los jóvenes, menos aún de manera individual, sino que es el resultado de la historia y el contexto que les ha tocado vivir.

Tanto jóvenes como adultos debemos prestar debida atención a esta situación. No puede verse como cosas aisladas, sino de una manera holística, que es la forma de entender de los pueblos originarios. Es decir, no se trata de abordar la salud mental como algo aislado, sino en ese contexto de falta de oportunidades y exclusiones. No hay que verlo solo como un problema de salud emocional, sino que es indispensable abordar causas económicas, sociales, políticas, culturales, ambientales, tecnológicas y crear condiciones para una vida plena para las y los jóvenes. Es crucial un abordaje con pertinencia cultural, de género, respetuosa de las diferentes condiciones, para promover un Buen Vivir.

Para ello, necesitamos abrir más espacios de participación real para las y los jóvenes, tanto en la familia, como en la escuela, la comunidad, las organizaciones y en las políticas públicas. La escucha activa, el reconocimiento de su palabra y la confianza en sus capacidades son pasos indispensables para que se sientan parte de los procesos sociales y puedan construir alternativas. No basta con hablar de salud mental, hay que generar entornos seguros, inclusivos y libres de discriminación, donde las y los jóvenes puedan expresar sus emociones, sus ideas y sus propuestas.

Ilustración; Anllely Ríos

Atención y prevención

Asimismo, se requieren políticas y programas integrales que atiendan tanto la dimensión personal como las causas estructurales del problema. Eso implica garantizar acceso a educación de calidad con pertinencia cultural, oportunidades de empleo digno, actividades culturales y deportivas, y al mismo tiempo, fortalecer servicios de apoyo psicosocial y de salud mental desde un enfoque comunitario y pertinencia cultural.
Los pueblos originarios han mostrado que la sanación y el cuidado de la vida no se reducen al individuo, sino que se construyen colectivamente, en equilibrio y armonía con la comunidad, la naturaleza y las energías del Universo.

El llamado es a que como sociedad asumamos nuestra corresponsabilidad. No podemos seguir señalando a las y los jóvenes como frágiles o apáticos, cuando lo que necesitan es acompañamiento, confianza y condiciones justas para florecer.

Atender la salud mental juvenil es una apuesta por el presente y el futuro: implica reconocer que cada joven tiene derecho a vivir con dignidad, alegría y esperanza. Si como país colocamos en el centro de las prioridades la vida plena de nuestras juventudes, estaremos también sembrando las bases de una sociedad más justa, humana y armoniosa.

Juan José Hurtado es Director de la Asociación Pop No’j (www.asociacionpopnoj.org) que trabaja con un enfoque de Pueblos Indígenas. Cuenta con una larga experiencia de ONGs de Desarrollo nacionales e internacionales. Tiene estudios en comunicación social y educación.