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PYMES, migración y el reto de la informalidad en Guatemala: Una economía que resiste desde abajo

PYMES, migración y el reto de la informalidad en Guatemala: Una economía que resiste desde abajo

Por Alexander Castillo

Este artículo analiza el papel crucial que juegan las Pequeñas y Medianas Empresas (PYMES) y la migración en la economía guatemalteca. Con base en datos actuales, se resalta que más del 90 % de las empresas del país son pequeñas o medianas, y que las remesas representan cerca del 20 % del Producto Interno Bruto (PIB). No obstante, el 70 % de estas PYMES opera en la informalidad, lo que limita su crecimiento y sostenibilidad.

También se explora la relación entre remesas y emprendimiento, y se propone una estrategia integral que incluya reformas para facilitar la formalización, mejorar el acceso a financiamiento y aprovechar el potencial de los migrantes como inversionistas. Fortalecer estos sectores no es una opción, sino una necesidad para un desarrollo más equitativo y sostenible en Guatemala.

La economía guatemalteca camina sobre tres pilares invisibles: las remesas que envían millones de migrantes, el dinamismo de las micro, pequeñas y medianas empresas, y la lucha constante del sector informal por subsistir sin apoyo ni regulación. Aunque estos actores suelen estar ausentes en los discursos oficiales, son ellos quienes sostienen el sistema económico nacional.

Las cifras hablan por sí solas. Según datos del Banco de Guatemala, en 2023 las remesas familiares alcanzaron más de 19 mil millones de dólares, lo que representó aproximadamente el 19.5 % del Producto Interno Bruto (PIB). Esta cifra no solo refleja la magnitud y la importancia del fenómeno migratorio, sino también la dependencia estructural que el país tiene de quienes respecto a quienes han tenido que emigrar. Lejos de ser un problema, la migración ha sido una respuesta individual y colectiva ante la falta de oportunidades en el país. 

Según datos publicados por el Ministerio de Economía (MINECO) en 2022, las PYMES se perfilan como la columna vertebral de la economía interna: más del 90 % de las empresas en Guatemala son micro, pequeñas o medianas, y generan alrededor del 80 % del empleo nacional. Sin embargo, de acuerdo con el estudio La informalidad laboral en Guatemala: causas, efectos y propuestas, publicado por la Asociación de Investigación y Estudios Sociales (ASIES) en 2021, el problema no radica es su número, sino en su fragilidad: se estima que un 70 % de estas unidades productivas opera en la informalidad; es decir, sin registro tributario, sin acceso a crédito, sin seguridad social para sus empleados y fuera del alcance de cualquier política pública.

La informalidad no es un capricho; es una estrategia de supervivencia. Para muchos emprendedores, formalizar su negocio implica enfrentar una burocracia costosa y lenta, cargas fiscales desproporcionadas y un sistema en el que no confían porque no ofrece garantías reales. Sin embargo, esta realidad limita el crecimiento de miles de negocios, impide su tecnificación y cierra las puertas a la exportación. En lugar de impulsar el desarrollo, el sistema los condena en un ciclo permanente de subsistencia.

La relación entre migración y emprendimiento también es profunda. Muchos pequeños negocios, tanto en zonas rurales o en áreas urbanas marginales, se sostienen gracias al dinero que envían familiares desde Estados Unidos. Esa conexión entre remesas y microempresas ha sido poco estudiada, pese a su relevancia. Lo preocupante es que, sin estructuras formales, estos recursos suelen destinarse al consumo inmediato, en lugar de transformarse en inversión productiva a largo plazo.

¿Qué hacer entonces?

Lo primero es entender que fortalecer las PYMES no es un acto de caridad, sino una estrategia nacional de desarrollo. Se requiere una reforma administrativa que simplifique el proceso de formalización, acompañe a los emprendedores, reduzca los costos de ingreso al sistema legal y ofrezca incentivos fiscales diferenciados a los pequeños negocios. Además, es urgente contar con una banca más flexible, programas de capacitación accesibles y una cultura que valore y respete el emprendimiento local.

También se debe reconocer a los migrantes como agentes de desarrollo. Muchos tienen la capacidad y el deseo de invertir en sus comunidades de origen, pero no encuentran las condiciones adecuadas para hacerlo. Facilitar mecanismos que canalicen las remesas hacia fondos productivos, cooperativas u otras iniciativas económicas podría ser un punto de partida.

En conclusión, el desarrollo de Guatemala no dependerá únicamente de megaproyectos ni de grandes inversiones extranjeras. Vendrá del reconocimiento y apoyo a esos millones de guatemaltecos dentro y fuera del país, que día a día, construyen su futuro con esfuerzo propio. Apoyar a las PYMES, dignificar el trabajo informal y articular el potencial migrante son tareas pendientes. Y no son tareas pequeñas.

Alexander Castillo. Magíster en Operaciones. Cofundador de Neta Informática. Cuenta con 20 años de experiencia en gestión empresarial, soporte técnico, docencia universitaria y ha sido pionero en la aplicación de inteligencia artificial para el diagnóstico de equipos informáticos. Colegiado 36524.