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Un bosque sagrado Indígena Otomí es amenazado por la construcción de una autopista

El caso de San Francisco Xochicuautla

Por: Leidy González

Hoy en día es común escuchar acerca de despojos de bienes materiales, culturales y comunes en los Pueblos Indígenas. La mayoría nos sentimos indignados por tales hechos porque “nos ha costado mucho preservarlos”. Cuando este despojo atenta en contra de la naturaleza, no solo se trata de la usurpación de los recursos naturales, sino de un ataque contra nuestra cosmovisión y amor por nuestra madre tierra.

Los proyectos ecológicos en México crean una discusión frecuente entre la población y el Estado por la diferencia en las percepciones de las personas. Un ejemplo de ello es el proyecto de la autopista México – Toluca, afectando al bosque que se encuentra en comunidades indígenas como Santa Cruz Ayotuxco, San Lorenzo Huitzizilapan, San Francisco Atotuxco, Magdalena Chichicaspa y San Francisco Xochicuautla en el municipio de Lerma, Estado de México.

De acuerdo con la cultura Otomí, el bosque y sus cerros son la representación de Cristo. La autopista divide al bosque donde los pobladores realizan ofrendas para sus usos y costumbres; además, en ese lugar se encuentra el santuario al “Divino Rostro”, y con la construcción de la obra se romperían partes del cuerpo del “Divino Rostro”.

Según Reporte Índigo, “otras de las razones por las que la gente se opone al proyecto es que, de acuerdo al plan de la empresa, la obra partiría dos reservas naturales, provocando que los habitantes ya no tengan libre acceso a lugares del bosque que para ellos son sagrados. Además, la fauna de la región estaría en peligro, ya que tendría que cruzar por la carretera”.

La construcción fue aprobada en el año 2013 de forma ilegal por un padrón ilegítimo de comuneros en este lugar. De acuerdo a un comunicado de la asamblea comunitaria “esta construcción está planeada en un tramo de 39.34 km que afecta principalmente a 22 km del Área Natural Protegida y Santuario del Agua de la subcuenca Río San Lázaro del territorio comunal de las comunidades mencionadas”.

La comunidad San Francisco Xochicuautla, se encuentra desde hace 13 años en una lucha constante en contra del Estado mexicano por la construcción de dicha autopista. Los ancestros de ésta comunidad han resguardado el bosque Otomí por generaciones, pero en todo Lerma, la destrucción de aproximadamente 3 millones 900 mil metros cuadrados del Bosque Sagrado condena a los pobladores de las comunidades Hñahñus (otomíes).

Al comienzo de la construcción las comunidades defensoras del bosque se negaron a este proyecto debido a la expropiación del bosque y al beneficio que de ello obtendrá una empresa privada. Ante la inminente expropiación de la riqueza natural, los defensores otomíes de la naturaleza en San Francisco Xochicuautla denunciaron públicamente este hecho.

Esto dio como resultado una serie de denuncias públicas hacia el Estado mexicano que se han convertido en una violencia directa hacia los pueblos Hñahñus (otomíes). Lo anterior demuestra como día con día, el Estado mexicano toma decisiones sin la consulta de los pueblos; sin embargo, esto no es algo nuevo, hay registros de otros incidentes ocurridos tiempo atrás que atentan contra la Madre Tierra y promueven la explotación de recursos bajo un estado de corrupción, lo cual ha traído como resultado los siguientes delitos para la población:

  • Amenazas de muerte
  • Prisión política
  • Atentados
  • Cerco militar a las comunidades
  • Incumplimiento de acuerdos
  • Detenciones injustificadas a mujeres y hombres
  • Y otros tipos de violaciones a los derechos humanos

La ambición es un arma fuerte para no detener el proyecto de la autopista, a pesar de dos amparos en posesión de los pobladores, que obligan a la empresa a parar la obra. A pesar de ello, con estos amparos, Xochicuautla combate la represión y el incremento desmedido de construcciones que destruyen e impiden la conservación de sus espacios sagrados.

La defensa de los territorios para las comunidades indígenas no es fácil, pues los proyectos que arrebatan la tierra y territorio indígena están en complicidad con el poder del Estado. Existe una lucha por parte de los Pueblos Indígenas ante estas injusticias, lo cual desencadena denuncias, pero también agresiones.

Así son las cosas en México, donde el poder, la ambición y la corrupción se conjuntan; no obstante, las comunidades Indígenas insisten en luchar por su cosmovisión, por sus costumbres, por sus tradiciones y sobre todo por la Madre Naturaleza que nos da vida, aunque ello signifique ser víctima de violencia directa y estructural por oponerse a megaproyectos y al Estado.

Leidy González es Indígena Otomí de México y Licenciada en Comunicación Intercultural.