18 Foto por Luna Negra

Mujeres de San Pablo Cuatro Venados resisten y defienden sus tierras ancestrales

Por Luna Negra

Las mujeres de las localidades de Rebolledo, los Arquitos y Río Minas perteneciente a San Pablo Cuatro Venados, Oaxaca, se han organizado para la defensa del territorio ante la amenaza de la instalación del proyecto minero Canadiense Arco Resources Corporation, en la zona. Las mujeres zapotecas de estas comunidades compartieron sobre su organización, lucha y trabajo por seguir habitando y sembrando en sus tierras, mismas que sus abuelos y abuelas defendieron, tratándose de tierras comunales que desde siempre les han pertenecido. Las mujeres decidieron organizarse después del ataque armado del que fueron víctimas el pasado 31 de mayo de 2019, cuando un grupo paramilitar con más de 500 personas entraron a desalojarlos de sus comunidades, con armas de grueso calibre, trascabos y bombas molotov; destruyeron, quemaron sus casas y cultivos, robaron sus pertenencias, sus herramientas de trabajo y su ganado.

Ante la destrucción y las agresiones; una milpa colectiva    

Si bien mantienen un conflicto agrario por límites con comunidades de Cuilapam de Guerrero, mismo que ninguna autoridad ha querido atender o resolver, dejan claro que un “monstruo más grande”, acecha sus territorios: tres concesiones mineras han sido ya entregadas sin consultarles. Y los gobiernos municipales, estatales, federales y desde las autoridades agrarias de Cuilapam, así como sus mismos vecinos del centro y otras comunidades de San Pablo Cuatro Venados han generado un clima de conflicto y violencia, minimizando la situación como un pleito interno. 

Hilaria es una mujer integrante de la localidad del Rebollero de San Pablo Cuatro Venados y es parte del Consejo de Vigilancia de esta localidad, es una de las víctimas del despojo y quema de su vivienda.  Ella dice: “Cuando nos quemaron nuestras casitas, todo nuestro maíz de semilla se quemó y si el pueblo de abajo alega que son sus tierras, y que las quiere para sembrar, el verdadero campesino no desperdicia ni un solo grano de maíz. Antes,  recuerdo que si nuestros abuelos veían un maíz, un frijol, semilla de calabaza tirada, decían, levántenlo, porque eso les va salvar un día la vida, cuando tengan hambre eso van a comer, ahora imagínense para echarle lumbre, pues esos no eran campesinos, era pura gente pagada por el gobierno”.

Sembrando para germinar la vida, y esperando la buena lluvia

Aún se puede observar en el suelo rastros de las casas quemadas y que parte de ello se volvieron surcos. Uno de los trabajos asumidos por Doña Hilaria era ver donde se trazaban los surcos que estaba abriendo el tractor contratado por todos y todas, como una forma de reconstruir sus comunidades y apresurar la siembra de frijol, semillas de calabaza, maicito. “Es lo que el pobre consume”, dice Doña Hilaria.  

Las mujeres zapotecas tienen claro que van a defender las tierras que les pertenecen con sus vidas, si es necesario. Que no quieren nada del gobierno, porque de todas las quejas que han interpuesto en las distintas instancias para tener justicia por sus casas y lograr la resolución de los conflictos por sus tierras, las autoridades competentes han hecho oído sordo, y les han pedido dinero para resolver dicha situación. Las mujeres -al igual que los hombres- participan en esta lucha contra las mineras, en la siembra colectiva, en la construcción de sus espacios comunes y su principal preocupación son los bosques, el agua y la contaminación. A pesar de toda la labor que desempeñan, también se enfrentan al machismo dentro del espacio organizativo. 

Doña Hilaria cuenta que el trabajo colectivo con las mujeres les ha dado fortaleza y el acompañamiento brindado por el Congreso Nacional Indígena (CNI), les ha aportado para la unidad entre ellas.  Sumado a ello, han participado en el Encuentro de Mujeres en Veracruz, en las Asambleas de Oaxaca, Chiapas y  Morelos. “En el CNI hemos aprendido que tanto hombres como mujeres valemos, que podemos tener un cargo, nuestros compañeros de a poquito han aprendido a obedecer a una mujer, han aprendido a colaborar, lavar sus platos, como mujeres y hombres estamos despertando. Eso nos ayuda para la organización porque aquí también el machismo estaba bien metido, completamente en el alma”, resalta Doña Hilaria. 

Foto de Luna Negra.

Dentro de las preocupaciones latentes de Doña Hilaria, se encuentra la pronta y posible instalación de las maquinarias de la empresa. “Nos va a quitar el agua, porque se supone que trabaja con agua todo su metal y además con químicos, que si cae al suelo se pasa a los mantos acuíferos”, añade. Sin profundizar en el tema, comenta que en una de las cláusulas del proyecto minero se establece que el pueblo se hace responsable de la contaminación que acarrea la mina. “¡Ay dios mío, cómo van a decir eso! pues claro que la minera se lava las manos y donde quieren explotar las minas es un bosque precioso de ocotales, pinos y madroño”, concluye. Por esta razón, parte de la comunidad  organizada y en la que vive Doña Hilaria, tratan de platicar y brindar información sobre las consecuencias de las mineras. Un ejemplo que retoman es San José del Progreso, en Ocotlán, lugar que han visitado y lo describen como desértico y contaminado. 

Doña Hilaria, otra mujer dentro de la organización que siembra y defiende sus tierras

Comenta que uno de los problemas más visibles es la negación que les han impuesto en la comunidad y que no les permiten visitar a sus familiares y se les acusa falsamente de ser paracaidistas, siendo sus compañeros comuneros que han ocupado cargos y son conocidos por toda la gente de su núcleo agrario y tienen documentos que comprueban su pertenencia como comunidades originarias de este municipio, llegando al extremo de cerrarles los caminos a sus rancherías, batallando por conseguir víveres y suplir otras necesidades.

Como parte del hostigamiento, persecución e intimidaciones que han enfrentado estos últimos años, el primero de junio sufrieron otro atentado. Ella comenta: “Ayer estábamos sembrando en las lomitas más altas, y otra vez fuimos agredidos, quisieron detenernos, asustarnos con balas, para dejar de trabajar, nosotras solo vimos pasar las balas, no agachamos y seguimos sembrando, porque entre más nos atacan más fuertes nos hacemos”. Por dos años han mantenido sus campamentos mientras siguen reconstruyendo las casas que les destruyeron y quemaron. Entre los escombros, los surcos ya sembrados y que pronto será milpa, comunidad y alimento, caminan, resisten y comparten lo que traen para el almuerzo. 

Doña Silvia: víctima del desalojo y la injusticia 

Otra de las mujeres organizadas y residente en la comunidad de los Arquitos, reitera un claro mensaje colectivo para sus paisanos. “Les mandamos un mensaje a nuestro pueblo y a los vecinos de Cuilapam de Guerrero que nosotras aquí vivimos, aquí nacimos, somos originarias de San Pablo Cuatro Venados, que les quede claro, nuestra mojonera está aquí en la loma que se llama la mesa, mis paisanos saben que somos de aquí, solo que nosotros protestamos. A esas minas no vamos a permitir que trabajen, porque toditos nos vamos a acabar si entran, porque el río corre para abajo, no es solo es por mí, es por todo el Estado de Oaxaca. ¡Queremos que nos respeten!”, declara Doña Silvia.

Por último, las localidades de Rebolledo, Los Arquitos y Río Minas perteneciente a San Pablo Cuatro Venados, hacen público que como comunidad están resistiendo a los ataques del gobierno, contra el neoliberalismo y convocan a todos los pueblos originarios que hablan su lengua materna, a la gente que lucha por sus tierras, les dicen que unidos todas y todos vencerán.  “El monstruo es grandísimo y se llama mineras, megaproyectos, capitalismo, y  que por más humildes que seamos tenemos derechos y dignidad…porque lo que viene ahorita es la muerte”, puntualiza una de las mujeres Indígenas zapoteca y campesina.

 

Foto de portada por Luna Negra