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El país que ama a las abejas

Diana Pastor

Del otro lado del atlántico, en las costas del Mar Báltico, se encuentra un país casi del tamaño de Guatemala, pero con una población ocho veces menor. Se trata de Lituania, un país poco conocido en Latinoamérica y que cuenta, entre varias otras particularidades, con la fama de ofrecer a las abejas la mayor calidad de vida. 

Los registros de la importancia de las abejas en Lituania datan desde el siglo XIII con las primeras actividades apícolas, con la emisión de los primeros documentos sobre los derechos de los apicultores y con la protección de los árboles donde se producía miel. Para el siglo XV, destruir una colmena o robar miel, era castigado con multa y otras penas, considerando que en general, la producción de la miel se regía bajo normas comunitarias. Sin embargo, esta relación entre abejas y humanos tiene orígenes aún más antiguos, pues en la mitología lituana hay dos deidades asociadas con las abejas: Bubilas y Austja, quienes se complementan entre sí.

En Lituania, la mayor parte de la población valora los beneficios que las abejas aportan a sus vidas, y por ello son dignas de mucho respeto. Los lituanos saben que estos pequeños animales son de los más importantes en el mundo por sus aportes a la alimentación. Son responsables de la polinización de diversas especies vegetales comestibles, lo que equivale a un 35 % de la producción de alimentos a nivel mundial, y todo este proceso de polinización lo hacen sin transmitir ningún tipo de patógeno a los alimentos (bacterias, hongos o virus).

En Lituania los productos derivados de la abeja son ampliamente utilizados en su gastronomía y en tratamientos terapéuticos para enfermedades. Por estas y otras razones, los lituanos consideran a la abeja como un símbolo de amistad. Algunos dicen que en Lituania una abeja es como un amigo-a y un amigo-a es como una abeja. Quizás por esta relación es que las especies que viven en este país se consideran especialmente pacíficas, según lo indica la Academia de Veterinaria de Lituania.

No son pocos los lituanos que cuentan con sus propias colmenas; incluso, algunos han llevado esta actividad más allá de sus casas. Por ejemplo, recientemente los empleados de una farmacéutica discutieron la posibilidad de realizar una actividad que fortaleciera las relaciones entre los empleados y el trabajo en equipo. ¿El resultado? Instalaron una colmena que debe ser cuidada entre todos, la cual no solo les provee miel, sino que es una forma de reducir el estrés; además de embellecer su entorno laboral, ya que las abejas polinizan las flores que allí se encuentran.

En Lituania, la gente no tiene prejuicios contra las abejas ni las considera como seres inferiores por ser insectos, más bien las consideran muy inteligentes. Esta idea es apoyada por un artículo publicado en la revista Animal Sentience, en la que se menciona que las abejas tienen un sistema complejo de neuronas que les permiten avisar a sus compañeras cuando han encontrado una fuente de alimento lejana a la colmena (conocida como danza o baile de la abeja) y con el que también pueden identificar la dirección y distancia de las flores, agua o futuros nidos.

A pesar de que en Lituania existe una larga tradición cultural de convivencia con las abejas, su protección ha tenido muchos desafíos. Por ejemplo, se ha tenido que prohibir el uso de pesticidas en cultivos debido a que estos son nocivos para la supervivencia de las abejas. Además, el número de apicultores ha disminuido en las nuevas generaciones. No obstante, los lituanos han aprendido de la armonía, de la diligencia y del trabajo en equipo de las abejas y han introducido estos valores en sus formas y prácticas de vida. Por lo que estos saberes que les han acompañado culturalmente durante cientos de años, no se perderán fácilmente. La relación que Lituania tiene con las abejas puede ser ejemplo para que otros países repliquen la experiencia y protejan a este ser tan importante para la humanidad.