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Proyecto Patojas: 25 años apoyando a la educación en Guatemala

Una oportunidad era lo único que necesitaba Francisca Morales para poder superarse. Cuando terminó la escuela primaria en su aldea natal “El Granadillo”, en San Ildefonso, Ixtahuacán, municipio de Huehuetenango, ella soñaba con seguir estudiando, pero las condiciones económicas de su familia eran difíciles. Francisca vive en uno de los departamentos con los índices educativos más bajos del país (se encuentra en el puesto número 19 de 22). Por medio de un profesor, ella se enteró del proyecto “Patojas”, una iniciativa impulsada por Entreamigos – Lagun Artean que comenzó en 1995, donde aplicó y obtuvo un apoyo para continuar sus estudios. 

Sin embargo, la suerte de Francisca no es común. En los últimos 25 años, el proyecto de Becas Patojas (término que se utiliza para referirse a las niñas, niños y jóvenes en Guatemala), ha apoyado a miles de niñas, niños y mujeres en Guatemala con becas que provienen de donaciones particulares, pero las condiciones educativas en el país continúan siendo críticas. Cada año, alrededor de 1,6 millones de niñas y niños quedan fuera del sistema educativo; una de las razones principales, es la falta de recursos económicos. Muchas de ellas se dedican a trabajar y abandonan sus estudios o nunca son inscritas en una escuela por sus condiciones de pobreza. Aunado a ello, se encuentra el problema de la violencia. En datos de enero a noviembre de 2018, se detectaron 443 casos de muertes infantiles por violencia intrafamiliar y según el observatorio de los derechos de la niñez Ciprodeni, de cada 1,000 niñas entre los 10 y los 19 años, 625 resultaron embarazadas.

Según el censo escolar 2017-2018 realizado por el Ministerio de Educación, se estima que 141,337 menores están fuera del sistema educativo, correspondiendo el 65% a niñas y el 35% a niños. Hace solo 7 años, Guatemala reportaba que el 11% de las niñas y adolescentes entre los 11 y los 19 años de edad no había recibido ninguna educación formal. Esto se debe en gran medida, a que los patrones de género patriarcales recargan el trabajo del hogar y el cuidado de la familia en las mujeres y niñas, lo que provoca que continuamente se les excluya de oportunidades educativas. Este era el caso de María Sales, originaria del mismo lugar de Francisca, y quien antes de participar en el proyecto Patojas, afirmó: “Somos mi mamá y yo; hace algunos años mis papás se separaron; nosotras hemos trabajado para atender la casa y salir adelante, pero mi mamá tuvo una operación, yo tuve que cuidarla”. 

Hasta el año 2020, el proyecto Patojas, había apoyado a 4.218 niños, jóvenes y mujeres a finalizar sus estudios en primaria, básico y diversificado de las que el 59,67% corresponde a patojas y el 40,33% a patojos. Durante estos años, 491 estudiantes terminaron estudios de diversificado, 266 son patojas (54%) y 225 patojos (46%). Desafortunadamente, con la pandemia del Covid-19, los obstáculos e impedimentos para avanzar hacia la igualdad de oportunidades educativas son abrumantes y la situación educativa se ha vuelto mucho peor, sobre todo para las niñas y mujeres indígenas. Existe una significativa pérdida de aprendizaje real de las estudiantes debido al cierre de escuelas, ya que con la pobreza post-covid, muchas niñas y niños abandonaron la escuela para dedicarse a trabajar, o porque no tenían los recursos para seguir las clases en línea (acceso a computadoras, celulares e internet). Según datos del censo 2018, solo el 17% de hogares en todo el país tiene acceso a internet y la mayoría de estos hogares pertenece al área urbana). 

Antes de la pandemia, los niveles de deserción escolar en Guatemala ya eran altos. Se estima que anualmente, un 40% de niñas y niños desertaba de la escuela al finalizar el nivel primario. Además, entre 2009 y 2019 la deserción a nivel primario cayó en un 18%. Después de más de un año de que el Gobierno cancelara las clases presenciales, los retos y las dificultades que enfrentan sobre todo las niñas rurales para continuar con sus estudios a distancia son tantos y tan variados, que se calcula que más de 100 mil niñas y niños dejarán la escuela este año. En muchos casos, las autoridades y el personal escolar tomaron estrategias para continuar con el programa educativo que no responden a la realidad del país.

Para Entreamigos – Lagun Artean, la Educación es un derecho humano fundamental e imprescindible para el desarrollo de las personas y sus comunidades por su poder transformador, pero para lograr un desarrollo real, se debe priorizar la educación de niñas, adolescentes y mujeres. Por eso, desde hace 3 años, comenzaron a brindar soporte a mujeres adultas que no pudieron continuar con sus estudios. Los programas de alfabetización y educación para adultos en Guatemala, no priorizan a las mujeres; más bien, están preocupados por alcanzar metas que se enfocan en resultados cuantitativos ante los cualitativos. 

Al ser las mujeres la base de las familias, no sólo en cuestiones domésticas sino también en términos económicos, son pocas las que pueden dedicar tiempo a iniciar o completar sus estudios (si es que hay oportunidades para hacerlo) aunque en la mayor parte de los casos no existen espacios para lograrlo. Por eso, cuando Ana Bocel, del Caserío Santa María, Sololá, comenzó a participar en un grupo de ahorro, y luego tuvo la oportunidad de ser favorecida con una beca Patojas, no dudo en dar lo mejor de sí misma. Ella cuenta: “Me gusta mucho leer, estoy en sexto magisterio parvulario, somos siete miembros en la familia y nos apoyamos mucho; mis papás me han apoyado en todo y mi mamá me ayuda en las tareas. Si no fuera por el dinero que me dan, no estaría estudiando”. Esto hace imprescindible la continuidad de proyectos como el de Patojas.

La colaboración económica de quienes han brindado el apoyo financiero para todas esas becas, en ocasiones ha establecido una estrecha relación entre las donantes y las estudiantes. Ángeles Líbano Zumalacárregui, nacida en Algorta, Vizcaya, España comenzó a colaborar con Entreamigos – Lagun Artean hace unos tres años. En palabras de Ángeles: “Mantener una relación de amistad con las estudiantes, ha sido muy gratificante, cada vez que me escriben sus resultados siempre son tan positivos; nuestro apoyo supone quizá una ayuda muy pequeña, pero muy necesaria para ellas”.

Juan Noj, encargado de grupos en Ixtahuacán Huehuetenango, menciona cómo la vida de varias ex becadas ha cambiado luego de participar en el programa, pues les ha permitido optar a mejores oportunidades laborales y personales. Juan menciona: “Algunas ya están trabajando en instituciones; una estudiante está involucrada en la junta directiva del CODEDE (consejo de desarrollo departamental en Guatemala); es algo que llena de satisfacción ya que están apoyando al desarrollo de su comunidad”. Estudiar les permite a ellas tomar representación en lugares tradicionalmente ocupados por hombres, lo cual conduce a una mayor conciencia de sus derechos y a una mayor exigencia sobre los mismos. Esto les permite cambiar el rumbo de sus vidas, tal y como menciona Felisa Torres, encargada del programa de becas a mujeres adultas: “Lo más satisfactorio es poder acompañar y apoyar a mujeres jóvenes a que tengan una carrera. Es tan impactante ser testigo del proceso que experimentan las mujeres después de haber dejado mucho tiempo de no estudiar y volver a retomarlo, es como echarle agua a una planta que le hace falta y comienza a levantarse”.