La lucha por los tejidos justos

Por: Kari Lindberg

Usar el telar de cintura, ha sido transmitido de su abuela a su madre, y ahora de su madre a ella.  Se trata de Carolina de López, quien está sentada en el piso mientras utiliza instrumentos de madera para tejer. Ella empuja y jala una barra de madera, con cada línea de hilo agregado a su tejido, y habla español con particular acento de su idioma natal, el K’iche’. Ella describe cómo el huipil es decorado con aves propias de su región, huipil en el que ha estado trabajando ocho horas al día por tres meses, el cual será vendido en solamente Q400 aproximadamente, unos USD $54.

En los últimos 10 años, los huipiles diseñados como el de Carolina han tenido un incremento visible en tiendas y mercados en todo Guatemala, de forma no tradicional, para la fabricación de fundas para computadoras portátiles, carteras, cosmetiqueras y monederos. La demanda para los huipiles reciclados se ha incrementado considerablemente.

“Actualmente la demanda para productos como los huipiles reciclados se ha convertido en una tendencia bastante fuerte”, comenta Mayra Verónica Izara, coordinadora de “Diseños Pixán”, ubicada en Quetzaltenango. Esta cooperativa se esfuerza para empoderar a mujeres marginadas, la mayoría indígenas, permitiéndoles su sostenimiento a través de los tejidos. Sin embargo, Izara explica que el precio de esos accesorios a menudo no representa el tiempo y el esfuerzo que se necesita para su creación.

Las cooperativas textiles de Guatemala, como Pixán, hacen referencia a que son intermediarios los que van a negociar a los pueblos del área rural a negociar, siendo esta la razón por la cual las mujeres no ganan salarios justos, ya que a menudo las obligan a vender sus huipiles de segunda mano o recién tejidos a precios abusivamente bajos. Amparo E. de Leon Ralda, quien es la presidenta de la asociación de mujeres para el desarrollo artístico, conocida como TRAMA TEXTILES, menciona: “Cuando los intermediarios les preguntan a las mujeres cuánto cuestan sus huipiles, las mujeres frecuentemente dicen que entre Q400 y Q500. Sin embargo, estos intermediarios, suelen ofrecer montos realmente bajos, alrededor de Q100, logrando aprovecharse de la desesperación de las mujeres de familias empobrecidas. «Estas personas devalúan a las mujeres y su trabajo» explica Ralda.

La calidad del hilo que se utiliza, también marca la diferencia en el precio del producto. Foto: Kari Lindberg

Izara afirma que la sociedad en general no les paga a las mujeres precios justos por sus huipiles y además evita que los tejedores se vean a sí mismos como artistas que expresan su cultura. «El precio pagado por su huipil debe reflejar la dedicación y los meses de esfuerzo necesarios para crearlo». Ella dice que es éticamente injusto «tener mercados, como Chichicastenango y Antigua Guatemala, invadidos por huipiles baratos a precios tan bajos, porque los vendedores no los han comprado a precios justos».

Pero no son solo los huipiles reciclados y los accesorios creados a partir de ellos lo que causa angustia. Allison Havens, directora de Y’abal, un programa de empresas sociales que usa textiles para empoderar a las mujeres indígenas y a sus familias en las comunidades rurales de las tierras altas de Guatemala, dice que la creciente afluencia de productos falsificados comercializados como «hechos a mano» y la disponibilidad generalizada de huipiles de telas producidas en China también están devaluando los productos de las tejedoras. «Los huipiles reciclados y los productos textiles falsos están disminuyendo el valor de los huipiles reales», afirma.

Tejido sublimado hecho en China, una copia de los tejidos mayas guatemaltecos. Foto: Kari Lindberg

Los productos de huipiles reciclados y devaluados contribuyen a los problemas éticos que rodean a los textiles guatemaltecos. Sin embargo, eso no significa que todos los productos hechos con huipiles reciclados sean negativos para las tejedoras, ya que muchas cooperativas textiles guatemaltecas producen accesorios con huipiles reciclados y pagan a las mujeres de manera justa por su trabajo. Estas cooperativas creen que los huipiles se pueden reciclar de manera correcta y justa, pero la imparcialidad del proceso simplemente depende de una cosa: que los artistas puedan establecer el precio de su trabajo y que se les pague por ello. Como menciona Izara, Pixán utiliza huipiles reciclados como forma de pago a sus tejedoras, reconociendo su arte.  Izara manifestó: «Los productos de huipil reciclado representan una forma de reconocer y apoyar aún más a las mujeres que trabajaron para crearlos».

El problema subyacente es la necesidad de encontrar formas de obtener más ingresos para los artistas indígenas, ya que muchos de estos artistas viven en pobreza extrema. El Banco Mundial informó que el 59% del país vive en pobreza. La pobreza está desproporcionadamente presente en las comunidades indígenas; UNICEF informó que el 80% de los niños indígenas en Guatemala sufren de desnutrición crónica, en comparación con alrededor del 45% de la población total.

«Hay una necesidad de crear productos de huipiles reciclados, porque sin eso los artistas no tendrían otra forma de ganar dinero y satisfacer las necesidades básicas para sus familias», dice Izara. «Cuando no hay otras alternativas para hacer dinero, los huipiles reciclados son la mejor opción, y la situación ideal es cuando se les valora como arte».

Sin embargo, cobrar el precio total de lo que vale un huipil para obtener salarios justos, es todo un desafío. Trama Textiles vende productos elaborados con huipiles reciclados como fundas de computadora en 435 quetzales (USD $58), fundas para almohadas por 320 quetzales (USD $44) y bolsas pequeñas por 220 quetzales (USD $29). Por lo que representa comprar a estos precios, muy pocos guatemaltecos pueden permitirse comprarlos, aunque tengan interés en estos productos, ya que el salario promedio de Guatemala se estima en aproximadamente 19,556 quetzales al año (alrededor de unos $2700).

Capturar la atención de los turistas y sus dólares es una fuerza motriz en el aumento de la producción y el uso de huipiles reciclados. «Los extranjeros no compran huipiles, no los usan, pero si los ven convertidos en una bolsa, exclaman cuán hermosa es y a menudo las compran». De esta manera, Ralda explica que los huipiles reciclados «son una ayuda para las mujeres, y no están devaluando sus productos; pues actividades como éstas, se suman a las formas en que pueden ganar dinero «.

El interés extranjero en huipiles reciclados hechos a mano y otros artículos artísticos guatemaltecos fabricados por artesanos, se ha extendido más allá de las fronteras de Guatemala. Ethical Fashion Guatemala, dice que a medida que los sitios de comercio electrónico en EE. UU. se utilizan cada vez más para obtener ganancias, estadounidenses y europeos vienen a Guatemala a comprar productos artesanales a precios realmente bajos y luego los revenden en línea, generando para ellos mismos ganancias, como producto de la explotación de artistas guatemaltecos.

El mercado de Chichicastengo es famoso por vender textiles tradicionales guatemaltecos; sin embargo, también se pueden encontrar textiles falsos hechos en China. Foto: Diana Pastor

Mediante el uso de bots para buscar palabras clave e imágenes específicas, los fundadores de Ethical Fashion Guatemala, James Dillon y Kara Goebel, apuntan a los diseños pirateados guatemaltecos en Esty, Google y Shopify. Aunque todavía está en sus primeras etapas, Ethical Fashion Guatemala ha descubierto más de 64,000 productos en Etsy que han violado los derechos de autor del diseño de artistas guatemaltecos.

Dillan y Goebel han estado usando herramientas digitales para apoyar a los artistas guatemaltecos, uniéndose a la lucha que las organizaciones de tejedoras han estado organizando desde hace años. Están presionando al gobierno guatemalteco para que apruebe una ley que reconozca sus creaciones como propiedad intelectual, les otorgue protecciones de derechos de autor más estrictas y reconozca a los tejedores como dueños de sus diseños.

“Esta ley representa la lucha que las mujeres mayas deben hacer para ganar el valor y el reconocimiento que merece nuestro trabajo», explica Ralda. De hecho, para Carolina, que ha estado haciendo huipiles desde que tenía 10 años, la ley representa una forma de garantizar que recibirá un salario justo por los huipiles que vende a los intermediarios. «Si puedo proteger mis derechos como tejedora, tendré como resultado un salario justo por cada huipil que vendo y por cada uno de los huipiles que se convierta en productos reciclados de huipil», manifiesta.

Carolina López y su madre, escogiendo los hilos para elaborar un tejido. Foto de portada: Kari Lindberg