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Resistencia de las mujeres indígenas en un ambiente de colonialismo

Por Anny Ventura Puac

En su cotidianidad, territorio e historia, los pueblos originarios viven las consecuencias del despojo que inició en la época de la imposición colonial y que no ha cesado. Lo que se entiende como “indígena” sigue siendo un reto para abordar fuera del folclor, exotismo y racismo, y para plantearlo como es, desde la visión de mujeres y hombres que resistieron y continúan resistiendo todas las secuelas de la colonización a través del territorio, cultura y cuerpos.

Desde las ciencias sociales contemporáneas, escribir sobre la participación de las mujeres en las alcaldías indígenas tampoco es sencillo, en determinado momento estas contravienen al planteamiento teórico del feminismo liberal o liberacionista. En este punto es vital aclarar que no es que las mujeres mayas se consideren antagónicas al feminismo, sino que reivindican una historia propia como mujeres mayas que viven en sus comunidades. 

Considerar los ambientes 

Conviene definir la alcaldía indígena como lo menciona la antropóloga Lina Barrios: »como una institución establecida por los españoles. Como instrumento mediador en la administración de los intereses coloniales, particularmente para la distribución de la mano de obra y la recaudación del tributo, la institución mantuvo rasgos de la cultura indígena, tales como el procedimiento de la elección de cargos».

Tal definición permite demostrar que estas formas de organización fueron utilizadas a conveniencia del Organismo Ejecutivo durante los procesos de descentralización y desconcentración de la administración pública, proyecto impulsado en Guatemala a partir de la década de 1980. 

Por tanto, jerarquizar la participación de las mujeres en estos espacios como si fuera dentro de un colectivo político gubernamental nos lleva al error de encasillarlas en las teorías liberacionistas, que buscan victimizar la participación de las mujeres en sus espacios comunitarios y de resistencia, como lo ha sido la cocina. No se puede enmarcar la lucha de las mujeres sin considerar el ambiente en donde se mezclan el patriarcado, colonialismo y capitalismo; variables que a estas alturas son inseparables y que se mantienen impregnadas en el Estado.

La participación de las  mujeres dentro de las alcaldías indígenas ha estado presente desde 1970, como lo presenta Francisco Rodríguez Rouanet, pionero de la investigación etnográfica. Francisco explica que  en ese año en Sololá el total de cargos políticos, religiosos y de la cofradía indígena ascendía a 417 para hombres y mujeres. Los políticos en su mayoría eran ocupados por hombres, mientras que entre los cargos religiosos y de cofradía indígena sumaban 365, de los cuales aproximadamente 69 eran ocupados por mujeres. 

Transformación  

Las alcaldías en la actualidad tienen cargos como los alcaldes, mayordomos, alguaciles, ch’unab’ey (cargo específico para las mujeres), K’amol bey, Texel, Ajpatan, Calpules o Ajbojoi. Cada uno de estos cargos conlleva un reconocimiento social que se otorgaba al varón, que con el prestigio de haber organizado una buena fiesta cubría a su esposa y a su familia.

Para comprender mejor, las fiestas de la Cofradía, en Chichicastenango y varios pueblos aledaños de Guatemala y en el sur de México, son maneras de ejercer y formar comunidad a través de procesos sociales, culturales, políticos y económicos. Las fiestas son un anuncio público del cargo que se está ejerciendo, a la vez sirven para informar sobre la sede o casa de la cofradía. Son un vehículo de recaudación para los gastos, ya que estos cargos y trabajos son completamente ad honorem. 

Cada cofradía está compuesta por un primer y segundo alcalde; un tercer, cuarto, quinto y sexto mayordomo. Solo en dos cofradías hay séptimo y octavo. Los titulares del cargo están acompañados por su pareja (esposo o esposa). 

Las mujeres siempre han tenido un papel fundamental en la organización de estas celebraciones, la compleja estructura de una cocina comunal que alimenta a toda la congregación festiva es elocuente. En Chichicastenango, Quiché, esta extensión de prestigio se mantiene. Sin embargo, en la actualidad el papel de la mujer se ha transformado gracias al camino que han abierto las mujeres antecesoras que respondieron a su propio proceso e historia. 

Gracias a ese camino, en algún momento de esta década, ser mayordomo dejó de ser un cargo únicamente para hombres. Como la primera mujer mayordoma de la cofradía de Encarnación, Konan Tomasita Riquiac, quien porta el cargo en la actualidad y a quien ahora también le acompaña otra mujer mayordoma, Leticia Guarcas. 

Otro momento importante de recordar, ocurrió entre los años 2018 y 2019, la primera mujer primer alcalde de la Cofradía de Jesús Nazareno, doña Ana Xirum. En la actualidad, ellas plantean una nueva coyuntura y han concedido otras posibilidades para las mujeres dentro de estas organizaciones. 

En todos los municipios es diferente. En el 2011, los 48 cantones de Totonicapán tuvieron a la primera mujer presidenta de una organización eminentemente dominada por hombres. En 2014 Andrea Ixchíu, mujer maya, fue la encargada de un bosque comunal en Totonicapán. 

En Quetzaltenango, luego de la extinción de la alcaldía indígena, se intentó  desaparecer cualquier actividad que enalteciera al pueblo kiche’. Pero en  1979  se buscó un cambio para la representación de la cultura kiche’ y se creó «UmialTinamit Re XelajujNoj», un certamen exclusivo de mujeres mayas de Quetzaltenango. Un instrumento que sirvió para las reivindicaciones indígenas sobre la discriminación, la explotación y el folclorismo. 

La participación de las mujeres en espacios como las alcaldías indígenas, no pueden unificarse. Todos los pueblos resistieron con espacios y formas diferentes ante la violencia, racismo y despojo por parte del Estado, situaciones que se mantienen hasta la fecha. 

Anny es mujer Maya Kiche’, Ajquij, comerciante, politóloga, especialista en objetivos de desarrollo sostenible para pueblos indígenas. Además, colabora con el movimiento mundial Cura Da Terra.