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El derecho a soñar con la democracia

POR FREDY PASTOR

Para la sociedad guatemalteca, tan estratificada, tan jerarquizada y tan acostumbrada al silencio, hablar de política es un tema incómodo “mejor no hablar de eso”, simplista “todos los políticos son iguales” o inexpugnable: “las cosas siempre han sido así y nada nunca va a cambiar”.

Durante décadas, los guatemaltecos hemos estado políticamente descontentos con el sistema político que tenemos, sin embargo, no hemos sido capaces (hasta hace algún tiempo) de materializar colectivamente este desagrado, por lo menos desde las ciudades y los sectores urbanos. Utilizando un término de psicología podríamos decir que los guatemaltecos sufrimos de una “indefensión aprendida”: la condición psicológica en la que consideramos que no tenemos ningún control sobre la situación a la que nos enfrentamos, generalmente debido a las experiencias previas de fracaso. Ante esta creencia, pensamos que cualquier cosa que se haga, se hará en vano y no cambiará nada.
Por eso, el Paro Nacional que se suscitó a raíz de la intromisión que tuviera el Ministerio Público en el proceso de elección de autoridades del 2023 al secuestrar las actas originales donde “descansa la pureza de las elecciones”, a decir de los propios magistrados del Tribunal Supremo Electoral, tiene un alto significado social que va más allá de las peticiones en pedir la renuncia de la Fiscal General Consuelo Porras y Rafael Curruchiche, el jefe de la Fiscalía Especial contra la Impunidad (FECI), del Ministerio Público. Hay ciertos fenómenos que vale la pena analizar, pues suponen la transformación de algunas dinámicas sociales fundamentales para la democracia.

Vinculación

En primer lugar, está el reconocimiento general que desde la sociedad guatemalteca se está haciendo hacia las organizaciones indígenas, especialmente los 48 Cantones de Totonicapán como símbolo de lucha y organización. A pesar de que durante siglos (literalmente siglos) han estado en resistencia frente a los abusos del Estado, ha sido hasta esta coyuntura que el país se ha dadso cuenta de lo fuerte que es el compromiso de las y los líderes indígenas. Incluso cuando el gobierno envió elementos del ejército para amedrentar a las comunidades indígenas, su fuerte organización hizo que la situación se resolviera pacíficamente, logrando la retirada del convoy militar. También resalta la organización de colonias urbanas vulnerables como la Colonia Bethania en Ciudad Guatemala, que logró la retirada de policías antimotines de su territorio sin incidentes violentos.

Otra dimensión importante del Paro Nacional fue la recuperación de los espacios públicos. De pronto la gente “apareció” en las calles. Su asistencia a las manifestaciones y bloqueos que se dieron en diferentes plazas y carreteras, primeramente como un acto de mera presencia, pero poco a poco empezó a transformarse en una recuperación del tejido social. En muchos lugares se realizaron conciertos de música de concientización, lecturas de poesía, actividades lúdicas e incluso bailes y juegos. Después de años de distanciamiento, la población vuelve a aparecer en el plano público en un clima de tranquilidad y hasta podríamos decir regocijo. Por supuesto, hay que reconocer que no en todos los lugares se tuvo este ambiente de fraternidad: en muchos lugares (especialmente la costa sur y el oriente del país) hubo incidentes armados y tensión en momentos, evidenciando así los niveles de violencia cotidiana en los que estas áreas viven.

Finalmente y creo que lo más importante es que las y los jóvenes, adolescentes, niños y niñas están creciendo con una idea distinta en cuanto a la posibilidad de ejercer su ciudadanía. Un ejemplo curioso de esto sucedió en la zona 5 de Mixco, donde por las noches cinco niños empezaron “jugando a la manifestación” frente a la entrada de su colonia. Cinco días después habían extendido ya su camino y se les unieron más vecinos. Esto nos recuerda que la democracia es un continuo ejercicio que requiere de tiempo para permear el imaginario colectivo, que requiere de la constante organización, el arte y del involucramiento de las nuevas generaciones para ser una realidad.

Fredy Pastor. Consultor en Derechos Humanos, Políticas Públicas y Educación Popular. Estudiante de Ciencias Jurídicas y Sociales.