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El enredo burocrático de la justicia guatemalteca

Por Irmalicia Velásquez Nimatuj

El mundo está siendo testigo de lo que analistas y expertos han denominado, dentro y fuera del país, como el proceso de instaurar una “dictadura judicial” que las élites corruptas, locales y nacionales, están imponiendo a fuerza y terror en Guatemala, y que busca enmarañar el camino político usando el sistema de justicia para bloquear y reiniciar a todas las instituciones del Estado e impedir así, el funcionamiento de la nación para que el agonizante estado de derecho termine de expirar.

Pero ¿por qué el pacto de corruptos sigue usando y lubricando el camino de la persecución judicial, aun después de que las y los votantes derrotaron y humillaron a su ungida en las urnas el pasado 20 de agosto?  

En parte porque el pacto de corruptos finalmente, ahora sí, le teme a las fuerzas nacionales que de diversos orígenes y posiciones les han dicho ¡basta! usando únicamente su voto, para detener el actuar delincuencial, cuyo principal efecto se materializa en los perversos y vergonzosos niveles de corrupción nacional, regional y municipal, que tienen convertido a un país rico en el segundo país más pobre de América Latina. 

En la reciente elección, la población les ha demostrado que no son una masa inerte incapaz de diferenciar entre una mujer, Sandra Torres, que ha vivido de ejercer la política al más bajo nivel negociando con los sectores oscurantistas, conservadores y corruptos, ofreciéndoles cuidar no solo sus intereses económicos sino también ideológicos, frente a una propuesta política que se ha nutrido de los diferentes movimientos sociales que han surgido y se han ido fortaleciendo a partir de la firma de la paz en 1996 y que ahora es representado por un profesional, Bernardo Arévalo, que conoce el Estado y que está consciente que su elección como Presidente es una responsabilidad histórica porque es un punto de quiebre dado que implica rescatar al Estado de las garras de las inhumanas mafias que tomaron a la nación y  sus territorios para operar con libertad e impunidad y que buscan convertirlo en un Estado autoritario que pretende extenderse hasta el fin del siglo XXI.

El silencio ya no es opción

Frente a este enredo judicial creado por ellos mismos, la respuesta del mundo es importante, porque siendo testigos de permanentes golpes técnicos que no cesan y aun así no actúan, están convirtiéndose en cómplices de que se ejecuten las próximas acciones que, para acallar a cualquiera que levante la voz, serán más violentas e inimaginadas.  Por eso, el silencio de las voces diversas, individuales e institucionales, así como sus acciones son claves para el futuro de la región centroamericana, porque la batalla para que no muera la débil democracia se disputa ahora en Guatemala. 

Hoy, pareciera que las acciones que se ejercen en el marco de la legalidad de las y los ciudadanos guatemaltecos no son suficientes para detener a quienes buscan imponer su voluntad a través de un régimen de imparables detenciones y presión hacia el exilio.   

La vida en Guatemala se torna en un hilo demasiado frágil y endeble solamente fortalecida por la acción colectiva de más de dos millones  cuatrocientos mil mujeres y hombres que, el 20 de agosto pasado, cansados de tanta ignominia de sus consejos municipales, diputados departamentales y del presidente de la república, hartos de ver que la corrupción les gana la carrera en cualquier oficina pública, hastiados de tener que ver partir a sus seres amados para poder garantizar que tendrán los medios básicos para sobrevivir, mientras las elites viejas y nuevas no hacen sino disfrutar de las mieles del poder, terminaron levantándose y usando su derecho al voto para coincidir silenciosamente y darle su respaldo al partido Semilla, sabiendo que era la mejor propuesta que en más de cincuenta años ha tenido el país.  

Por eso, el hecho de saber que se materializa la demanda de que “el pueblo unido jamás será vencido” es una esperanza que en el fondo no debemos dejar morir, a pesar, del imparable clima de persecución política y judicial en que amanece cada mañana nuestra amada Guatemala.