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Los huesos aún hablan: La guerra en Guatemala

Esta es una crítica al libro Guatemala: Eterna Primavera, Eterna Tiranía.

Si los huesos de los muertos hablaran, ¿Por qué deberían estar tranquilos los vivos?

Humberto Ak’abal, poeta Maya K’iche’ (1952-2019)

Por: Jason Klarl

Es el amanecer, o tal vez el anochecer. Un joven guerrillero en el EGP (Ejército Guerrillero de los Pobres) sostiene una ametralladora y se trepa en un cable, aparentemente poniendo una trampa para el ejército. Una jovencita con vestido azul, tal vez su hermana, se encuentra cerca con las piernas cruzadas, con las manos en la boca y su mirada hacia el suelo. La sensación de incertidumbre, terror y horror está capturada en esta imagen bien preservada, a través del libro de Jean-Marie Simon: Guatemala: Eterna Primavera, Eterna Tiranía.

El libro, ahora en su tercera edición, es una colección del trabajo en fotoperiodismo de Simon en Guatemala en los años de 1980, cuando la guerra civil de 36 años del país había alcanzado niveles de terror y violencia sin precedentes. Simon pasó más la mayor parte de la década realizando entrevistas y fotografiando las diferentes maneras en que los guatemaltecos experimentaban la guerra. Su condición de extranjera le dio acceso a ambos lados: los jóvenes reclutados por el ejército, los campesinos forzados a formar parte a las Patrullas de Autodefensa Civil (PAC), monjas presenciando actos de tortura, estudiantes y, por supuesto combatientes en diferentes ejércitos guerrilleros.

“Te acostumbras al clima de terror”, escribe Simon. “En el país, ‘desaparecer’ se volvió un verbo transitivo: ‘Ellos lo desaparecieron’ se dijo. ‘Quien sabe en qué estaba metido’ fue el mantra capital en ese entonces.”

El libro es importante, primero que nada para todas las comunidades indígenas de Guatemala que fueron desproporcionadamente atacadas durante la guerra, y quienes aún buscan justicia. Los pueblos indígenas enfrentan diferentes forma de represión de Estado, lo que ha continuado desde la firma de los Acuerdos de Paz en 1996 hasta el día que escribo este artículo. El libro ha servido también como evidencia para todos los que alguna vez han dudado que la guerra civil alguna vez sucedió.

En 1998, cuando la era Reagan había terminado y la primera edición de este libro fue publicada, un crítico de LA Times escribió que el trabajo de Simon era casi demasiado efectivo:

“¿Qué sentido podemos darle a esto?» En su determinación de contar la historia completa, Simon afecta su causa -y la integridad de su libro- al adoptar un tono de sarcasmo agresivo que aparta al lector comprensivo. Uno percibe la sensación que Simon ha visto y escuchado demasiado y no tiene aún la distancia necesaria para ponerlo todo en perspectiva.

Ya que ninguna obra de arte está más allá de la crítica, creo que este es un golpe injusto al trabajo de Simon. En vez de eso yo argumentaría, distancia es exactamente el problema. Distancia es lo que quita la perspectiva. Si estás demasiado lejos de algo es imposible ver claramente. Aparentemente para esta crítica, tener que ver cuerpos de campesinos asesinados y presuntos comunistas o “subversivos” es demasiado pedir para los lectores comprensivos “americanos”.

Sin embargo esto plantea un buen punto. ¿Cuántos de los detalles espantosos podrían haberse evitado para transmitir el verdadero horror de la guerra civil guatemalteca? Simon incluyó varias fotografías de los cuerpos de las víctimas en el libro. Particularmente hay una imagen que muestra un miembro joven del ejército, sonriendo mientras da toca el cadáver de una de las víctimas de la reciente masacre.

Finalmente, el valor del libro viene del hecho de que éste existe en primer lugar, como la misma autora afirma. “Me preocupaba volver sin fotos”, dice en una reseña en el 2012 al New York Times. Deberíamos estar todos agradecidos de que las fotos regresaron. Simon describe la siguiente escena en una parte del libro: “El único momento de terror sucedió un poco más tarde, cuando el bus en el que estaba viajando fue detenido por el ejército. Yo cargaba 10 rollos de película y no quería perderlos».

Considero que Guatemala: Eterna Primavera, Eterna Tiranía tiene un gran valor para los registros históricos en Guatemala y hasta ahora, era una parte faltante a mi propia educación sobre Latinoamérica. Habiendo crecido en los Estados Unidos, recuerdo que de niño escuchaba mucho sobre Nicaragua y los Contras en las noticias de la noche, pero no escuchaba nada sobre Guatemala. No fue hasta que llegué a Guatemala en el 2017 de que sue supe quien era Rios Montt, o de que hubo una guerra de 36 años allí, o que un crimen como el genocidio tuvo lugar en el mismo hemisferio.

Foto de portada: Refugiados traídos a la ciudad en camione,  luego de que el ejército acabara las laderas de las montañas en Nebaj, Quiché. Fotografía de Jean-Marie Simon, Guatemala: Eternal Primavera, Eterna Tiranía.