Pag. 5 Dibujo por Eduardo Gularte

Cambiando de Rostros Revolucionarios y de Independencia

Por Diana Pastor

Cualquiera que haya pasado por la universidad de San Carlos de Guatemala –USAC-, sabe que parte de la filosofía es compartir ideales de las épocas revolucionarias, en ocasiones, romantizados. Varios son los nombres que se exaltan y recuerdan como mártires o líderes, entre ellos algunos guatemaltecos (casi siempre hombres). No obstante, es la figura del Ché Guevara, la más icónica dentro de la USAC y con la que más se relaciona la revolución y la libertad. Personalmente, nunca sentí una conexión e identificación hacia el Ché, en parte porque considero que lo han convertido en un personaje mainstream, y porque no me parece que sus luchas sean equiparables a las de Guatemala. Me di cuenta que, en las historias de revolución, no sobresalen los nombres de los líderes y lideresas indígenas de Guatemala, y aun cuando la universidad pública tiene la ideología más progresista sobre cualquier otra universidad, fue fundada, diseñada y opera actualmente desde un sistema ladino, urbano y excluyente.

Pensar en esta invisibilización de los líderes y lideresas Indígenas, me hace recordar parte de mi niñez, cuando en la escuela, algunos profesores nos contaban a las estudiantes “la leyenda” de Tecún Uman, un príncipe K’iche’ que en realidad no fue ficticio y vivió a principios de los años 1500. De este personaje, se ha puesto en duda su existencia porque los historiadores (blancos) “acreditados” para contar lo que ocurrió en Guatemala, no lo mencionan entre sus escritos, y porque con el tiempo se fueron construyendo anécdotas falsas sobre su vida, como la que menciona que un quetzal sobrevolaba la cabeza de Tecún Umán durante su batalla contra Pedro de Alvarado, y que el ave cayó junto al guerrero K’iche’ cuando éste fue abatido. 

El antropólogo, etnohistoriador y escritor holandés, Ruud van Akkeren, especializado en documentos indígenas del altiplano de Guatemala, afirma en su ensayo “Tecúm Umam: ¿Personaje Mítico o Histórico?” que no se pone duda su existencia; más bien, lo que no queda totalmente claro es el papel que éste tuvo en la batalla contra Pedro de Alvarado en el valle de Quetzaltenango. Anteriormente, Robert Carmack, y Adrián Inés Chávez, el primero investigador estadounidense y el segundo Maya K’iche’, ya habían presentado evidencia de que este personaje fue verídico. En los anales de los Kaqchikeles, también se hace mención de la vida de Tecún Umán.

Los líderes y lideresas indígenas que representan alguna figura de lucha o de emancipación, no están presentes en la memoria colectiva del pueblo guatemalteco y, por lo tanto, no son un referente de libertad.  Esto es el resultado de una opresión histórica muy fuerte porque quienes anteriormente ostentaban el poder se encargaron de frustrar las acciones de estos líderes, de eliminarlos y suprimir sus registros. Las secuelas de ello es que ahora se niega y confunde su existencia y legado. Tecún Umán, no ha sido el único líder no reconocido, otros personajes políticos y gobernantes indígenas, también han sido omitidos o sus historias se han tergiversado, obteniendo un carácter mitológico.

Ahora que se acercan las celebraciones del bicentenario, es momento oportuno para reflexionar sobre las luchas y liderazgos indígenas.  La independencia de 1821, nunca reconoció el rol clave que desempeñaron personajes que pertenecían al pueblo maya para lograr la separación de la corona española, y hoy en día se idealiza tal acontecimiento, sin analizar que sólo benefició a la clase criolla para que mantuviera sus intereses económicos y políticos. En palabras de Jorge Palmieri, un reconocido y ya fallecido periodista guatemalteco: “La independencia, fue firmada a espaldas del Pueblo Indígena, una verdadera liberación habría sido si en ella hubiesen intervenido Indígenas, como Manuel Tot, dirigente del pueblo Q’echi’ de Alta Verapaz, quien trató hacerla en 1813 con el movimiento independentista llamado “Conjuración de Belén”.

Muy poco se sabe de Tot, quien jugó un papel determinante en la independencia de Guatemala. Tot nació en 1779 en Alta Verapaz y había participado en la iglesia católica de Santo Domingo de Guzmán. Era un personaje curioso, fue comerciante y mensajero y también estudió en la universidad, en donde sus ideales revolucionarios crecieron, llevándolo a involucrarse al movimiento independentista. Se reveló contra la Capitanía General de Guatemala, y se unió a lo que se conoce como La Conjuración de Belén. Tot no fue el único en sublevarse, otros miles de Indígenas marcharon hacia la capital, dispuestos a dar su vida para pedir libertad. La marcha fue sometida, pero Tot logró escapar, aunque poco después enfermó y en su agonía hizo su confesión a un sacerdote sobre sus acciones pasadas, y éste lo delató. Fue encerrado en la cárcel, torturado y finalmente asesinado en 1815, pero sus convicciones y valentía, lo convierten en un verdadero activista por la independencia.

Tot preparó el camino para otros líderes que soñaban ver una sociedad distinta que tratara con respeto a los Pueblos Indígenas.  Al occidente de Guatemala, y años después de la muerte de Tot, nació Atanasio Tzul, un líder maya k’iche’ que estuvo activamente involucrado en lo que se conoce como el Levantamiento Colonial Indígena de Totonicapán. Tzul provenía de una familia humilde, pero por su carácter se convirtió en líder de su región. Para Tzul, las élites blancas debían ser derrotadas porque sus privilegios y absurdos impuestos estaban ahogando a su pueblo. Tzul organizó a varios pueblos entre los que se encontraba San Andrés Xecul, San Francisco el Alto, San Miguel Totonicapán, Santa María Chiquimula y Momostenango.

Antes de que Tzul fuera atrapado y torturado, logró derrotar a los poderes españoles en su región, gobernando durante algunos días con su propia autoridad indígena, en 1920. En marzo de 1921 fue liberado, después de una manifestación de totonicapenses y de solicitar un indulto. Uno de los legados más importantes de Tzul es haber sentado precedente para el funcionamiento de las autoridades indígenas, lo cual se conserva en la actualidad. Juan Carlos Pocasangre, escribió en el 2019 en una nota del Diario La Hora, que uno de los grandes aportes de Tzul fue haber dirigido a la población, organizándose para no pagar los impuestos y empoderándolos, al heredarles sus propias tierras para volverlas tierras comunales. 

Podría seguir contando otras historias de líderes y lideresas indígenas, pero finalizaré este artículo hablando de una de las únicas lideresas, de las que también se sabe muy poco. Su nombre era Adelina Maquín, una mujer maya-q’eqchi’, defensora de los derechos de la mujer y de la tierra. Se cuenta que el nombre de Mamá Maquín, le fue puesto por su servicio comunitario y la confianza que le tenía la comunidad. Vivía con su familia en la finca La Soledad, Panzós y  tenía ya 63 años cuando participó junto a otras personas más, en una caminata que demandaba sus derechos. Era fuerte y sensible, y dominaba el idioma español (algo nada común para las mujeres indígenas de su época).

Sus ideales harían que un 29 de mayo de 1978, se colocara en las primeras filas de una caminata en donde se exigía el derecho a la tierra y a la libertad. Adelina fue reprimida por el Ejército de Guatemala cuando recibió varios impactos de bala junto al resto de la caminata, entre los que se encontraban adultos mayores, niños y mujeres. El libro Secretos sepultados: La verdad de los Derechos Humanos en Guatemala escrito por Victoria Sanford y Anne Barbour, menciona que María, la hija de doce años de Adelina, recuerda cómo su madre intentó dialogar con el comandante de los soldados que reprimieron la caminata, antes que le dispararan directamente en la cabeza. Hoy Mamá Maquín es sinónimo de lucha y debería ser, en mi opinión, una base importante para la lucha de las mujeres Indígenas en Guatemala.

 

Puede encontrar algunas versiones alternativas a la historia “oficial” de Guatemala en los siguientes links:

Versión popular y resumida del Comité de Unidad Campesina CUC

Libro de la historia de Guatemala en Cómics, “La Otra Historia”, por Filóchofo.

 

Foto de portada por Eduardo Gularte