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Un cóctel explosivo para la inflación y el hambre en Guatemala

Diana Pastor

Manuel, de 14 años y originario de Santa María Chiquimula solía trabajar cada día lustrando zapatos en un parque de Quetzaltenango. Entrada la tarde y con mucho sacrificio, buscaba algo de comer luego de un día en donde las ganancias vs. el esfuerzo resultaban injustas. Su vida era difícil antes de la pandemia, pero cuando el Covid-19 empezó, sus ingresos  se redujeron. Muchos ya no salieron a trabajar de forma presencial y otros no querían lustre para evitar el contacto cercano y prevenir el contagio. Manuel tuvo que quedarse un tiempo en Santa María Chiquimula, porque ya no le alcanzaba para pagar el cuarto que rentaba junto a otros dos jóvenes en Quetzaltenango.

A finales del primer año de la pandemia por Covid-19, la población sabía que la economía para la clase trabajadora se encontraba en problemas. El virus impactó seriamente en la comunidad: muchos negocios presentaron grandes pérdidas por cierres temporales o definitivos, numerosas familias realizaron gastos por emergencias de salud o por el cambio de rutina en sus actividades. Debido a la restricciones de transporte, hubo alteraciones en los mercados y en el suministro de productos, escasez a nivel local y precios más altos en alimentos.

Para gente como Manuel, que trabaja en el sector “informal”, la situación fue peor. Con la reducción drástica de la demanda de sus servicios, dejó el lustre porque ya no era rentable. Comenzó a vender mascarillas y le fue mejor, pero aún así, era difícil sobrevivir porque el costo del transporte y de los alimentos estaba subiendo. En febrero de 2021, los precios al consumidor alcanzaron el pico más alto, pero luego, a partir de marzo, comenzaron a descender gradualmente. Parecía que la situación se estaba normalizando y el país comenzó a respirar un poco más aliviado, pero no imaginaba lo que vendría un año después.

Una tarde de febrero de 2022, Manuel se detuvo un momento a observar la televisión a través de la vitrina de una tienda de electrodomésticos, se enteró por medio de las noticias de una guerra que había estallado entre dos países lejanos. Ni Manuel, ni muchos de nosotros imaginábamos la enorme importancia de esa guerra para nuestra economía, al desconocer el papel que tanto Rusia como Ucrania tienen en la distribución de productos esenciales. En el caso de Ucrania: cereales (en especial trigo), aceite y metales. En el caso de Rusia: gas, fertilizantes y petróleo. 

La globalización nos demostraría, (como la ola por un tsunami), lo afectados que se verían nuestros bolsillos. El incremento de precios hoy está en casi todo; sin embargo, algunos de los productos más caros  son el combustible y los alimentos, especialmente el maíz, el frijol, el aceite y los huevos. Parte importante de la dieta base de los guatemaltecos. 

La inflación o aumento de precios de 2021 al 2022 en transporte subió en un 11.5 %, y en cuestión de alimentos, un 10.65 %. Comparando los precios del 2021 con los del 2022 a nivel mundial, el incremento es de 29.8%. 

Manuel lucha, sin la ayuda de nadie, para sobrevivir y comer. Aunque el gobierno prometió  apoyar a las familias más necesitadas, los resultados de programas del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación (MAGA) ofrecen ejecuciones poco alentadoras. El programa de dotación de alimentos se ha desarrollado en un 37.85 %; el programa de promoción de agricultura y huertos ha ejecutado un 27.82 % de un presupuesto y el programa de asistencia por vulnerabilidad alimentaria, reporta avances de apenas el 2.82 %. Aunque los subsidios del gobierno hacia el gas y la gasolina han apoyado a sectores de la población, estos son insostenibles y temporales, y no benefician a quienes se encuentran en pobreza extrema, quienes usualmente cocinan con leña y carecen de vehículo.

Bajo esa incapacidad del gobierno para apoyar a los más pobres, existe un enorme riesgo de hambruna en regiones que ya eran vulnerables, como Huehuetenango, Chiquimula, Alta Verapaz, Quiché y Totonicapán, de donde proviene Manuel. Mientras continúe la interrupción en las cadenas de suministros de mercaderías y materias primas y continúe la incertidumbre política a nivel mundial a causa de la guerra, la amenaza se aproxima cada día más. No sólo hacia los más pobres; sino incluso hacia aquellos que nunca habían considerado vivir bajo pobreza, pero que ahora, se sienten cada vez más cerca de ella.